viernes, junio 18, 2021

"Agripina": Mujer y Poder

Un año antes de sacar adelante nuestro proyecto "Los Cañones" volvimos por tercera vez al Festival de Teatro Clásico de Mérida. Tras "Electra" y "Medea", considerábamos que podíamos seguir aportando ideas al Festival, tanto en lo que se refería al contenido del espectáculo propuesto como a los ingredientes escénicos del mismo. La idea original surgió al tener conocimiento de la obra "Británico" de Racine estrenada en Londres en la que Diana Rigg interpretaba el personaje de Agripina, madre de Nerón. El personaje nos pareció sugerente y una buena oportunidad de plantear el tema de la mujer y el poder. Agripina, algo desacreditada por los historiadores clásicos Suetonio, Dión Casio y Tácito por su condición femenina y sus rasgos que en los hombres eran considerados dignos de elogio (ambición, sentido de Estado, resolutiva, persona de acción), era una mujer de principios fuertes y muy consciente de que la grandeza de Roma era un objetivo a consolidar y preservar costase lo que costase. Como a las mujeres les estaba vetado el ejercicio directo del poder, Agripina lo hizo a través de su hijo Nerón. Ese era el conflicto principal que plantearía la obra: madre e hijo, al principio unidos por un ideal común, y luego enfrentados cuando el vástago necesitaba volar solo. Reunimos material bibliográfico y se lo entregamos a Fermín Cabal. Un par de viajes a Madrid para sentar las bases dramatúrgicas y nuestro habitual adaptador se dispuso a asumir una obra de temática grecolatina, inédita y surgida de la documentación histórica disponible y de la imaginación del autor.


Fue el primer espectáculo donde, en su fase de creación, intervino el factor
Internet. Empezábamos a hacer nuestros pinitos en la red de redes, sobre todo en busca de información pertinente a nuestros proyectos. La puesta en escena, al igual que en "Electra" y "Medea", se proponía respetar el monumento del Teatro Romano y, en este caso, engrandecerlo a través de proyecciones que contribuyeran a aportar elementos atmosféricos y recrear lo que podrían haber sido las características pictóricas de la fachada en sus momentos de esplendor. No pretendíamos servirnos del monumento para plasmar una sucesión de efectismos visuales. Las proyecciones deberían estar al servicio de la historia y reforzar la narración dramática. ¿A quién acudir? Navegando por internet, dimos con el proyecto Theatron que aplicaba tecnologías multimedia emergentes y modelado de realidad virtual para la recreación de teatros de la antigüedad. Estaba financiado en parte por la Comisión Europea y, entre los miembros de su equipo se encontraba el artista gráfico y escenógrafo canadiense Sean Martin. 


Por correo electrónico nos pusimos en contacto con Sean, le propusimos que se incorporara a nuestro proyecto y aceptó encantado. Jorge Márquez, director del Festival de Mérida, se mostró entusiasmado con el concepto escénico de "Agripina" y nos dio todas las facilidades para reunir las características verticales a escala y los planos de planta del Teatro Romano que enviamos a Sean para que tuviera una información exacta de las dimensiones del monumento. Asimismo, recabamos la colaboración de la Dirección Gral. de la Sociedad de la Información (Carlos Castro) que sufragó dos viajes de Sean a Mérida para que el escenógrafo canadiense contemplase in situ el escenario del Romano y pudiese realizar pruebas con los proyectores suministrados por la empresa de Eric Teunis, especializada en proyecciones de imágenes en grandes emplazamientos monumentales.


Sean, fallecido el año pasado, se mostró un colaborador riguroso, entregado y entusiasta. Recordamos su sentido del humor y su disposición permanente a revisar el trabajo realizado, mejorarlo, afinar los detalles y disfrutar con los logros propios y ajenos. La Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, a través del director general Hernán Cortés, tuvo el detalle de homenajear a Sean la noche del estreno haciéndole entrega, en un acto oficial del Peristilo del Teatro Romano, de un libro sobre el patrimonio histórico-artístico extremeño. A su vez, Sean retribuyó el gesto haciendo entrega al director general de un libro sobre la ciudad de Calgary que llevaba aparejado el nombramiento de Hernán Cortés como "ciudadano honorable" por parte de las autoridades municipales de la ciudad canadiense. Rest in peace, Sean.



Otro ingrediente escénico del proyecto fue la incorporación de un elenco de pantomimos para reflejar la especial relación de Nerón con las bellas artes y el teatro. ¿Y quién mejor para hacerse cargo de este apartado que el discípulo de Marcel Marceau, Étienne Decroux y Ariane Mnouchkine, Mauricio Celedón? Tras colaborar con nosotros en "Medea" haciéndose cargo del coro de bailarinas, encargamos a Mauricio la dirección del coro de pantomimos compuesto por artistas de su compañía Teatro del Silencio (Axel Jodorowski y Claire Joinet) e intérpretes extremeños (Esteban G. Ballesteros, Chema Pizarro, Russell York, Santi Senso...) a los que se sumaría Cristina D. Silveira como coreógrafa y bailarina. 


El resto del equipo técnico-artístico estaría formado por Kiko Planas (iluminación); Xavi Mata (coordinación técnica); Mariano Lozano (música); Cecilia Molano (diseño de vestuario); Pepa Casado (caracterización); Luisi Penco (realización de vestuario); David Pérez Hernando y Manuela Vázquez (producción); Emilia Valares (ayudante de dirección) y quien firma en la dirección. El reparto lo integraron María Luisa Borruel (Agripina); José Antonio Lucía (Nerón); Alberto de Miguel (Séneca); Cándido Gómez (emperador Claudio); Amparo Morquecho (Octavia y Popea); Francisco Blanco (Burro); Fernando Ramos (Narciso) y José María Galavís (Británico). 


Nuevamente, al igual que en "Medea" y "Electra", nos propusimos utilizar la totalidad de la escena fusionando escenario y orchestra a través de una plataforma funcional que permitiera un diálogo fluido entre ambos espacios. Es preciso recordar que aún no se había institucionalizado la utilización de microfonía para amplificar a los intérpretes. Actores y actrices actuaban a viva voz, aprovechando la excelente acústica del Teatro Romano. Claro que para eso, los intérpretes tenían que estar capacitados y todos los miembros del reparto lo estaban. Llegamos a descubrir que se podía proyectar la voz contra las hendiduras de la fachada y hablar de espaldas, así como impulsar los parlamentos contra el suelo de la orchestra para amplificar las voces. Era necesario que los actores sostuvieran las escenas a dos, acercándose y alejándose en virtud de sus intenciones, motivaciones y la complejidad emocional de sus personajes en el fragor de sus respectivos conflictos. A veces, a treinta metros de distancia y en un tono que no resultara declamatorio ni artificial, sino auténtico y creíble. Debo decir que lo consiguieron. Así lo entendió el público y la crítica. En el Periódico de Extremadura se pudo leer: "Un gran espectáculo no lo hace el montaje o el decorado, sino que son los actores los que tienen que convencer al público y transmitirle lo más íntimo y profundo de las vidas de los personajes que interpretan. La mayor virtud de la representación fue la inteligibilidad de los actores y la comprensión de la historia a través de los personajes."



Como hemos dicho, todo el reparto estuvo inspirado y convincente. No obstante, es de justicia una mención aparte: el trabajo de María Luisa Borruel desplegando una energía que parecía que el escenario del Romano se le quedaba pequeño, transmitiendo la complejidad de Agripina, mujer de Estado con todas las letras llegando incluso a ordenar el asesinato de quienes se interponían en su camino que no era otro que la defensa de la grandeza de Roma, madre abnegada, solícita e inmisericorde. Un trabajo de artista de la interpretación único y excepcional. 


José Antonio Lucía se entregó en cuerpo y alma a humanizar un personaje estigmatizado por la historia, imprevisible y perturbador, navegando entre sus contradicciones con soltura de gran actor. Y la auténtica sorpresa: Cándido Gómez, en el papel del emperador Claudio. Todavía recuerdo el asombro del jefe de sala del Teatro Romano que no daba crédito a que el comediante de la
Candi 2 Banda fuese el mismo actor dramático que tenía ante sus ojos. Un recuerdo para Alberto de Miguel en el papel de Séneca. Ya no está entre nosotros. Triste pérdida. Recordamos su dedicación y seriedad. DEP, Alberto. El resto del reparto, como decíamos antes, mantuvo con rigor y talento la credibilidad de la historia (Amparo Morquecho, en su doble papel de la sufrida Octavia y la despampanante Popea, amante de Nerón; José María Galavís, como el hijo legítimo y desafortunado rival de Nerón; Francisco Blanco, militar leal e insigne y Fernando Ramos, malogrado asesor de Claudio). Todos brillaron y dieron credibilidad a sus personajes.


Y, ahora, los pantomimos: sencillamente, geniales. El trabajo de Celedón aportó al espectáculo fuerza, magia y poesía escénica. Así lo interpretó el público premiando algunas de sus intervenciones con aplausos durante la obra. Impresionante Axel Jodorowsky en el papel de Paris, el actor, cómplice de Nerón y asesino de Agripina. Estremecedores, Esteban G. Ballesteros como verdugo y Santi Senso, como torturado en una de las escenas más espeluznantes del espectáculo. Todo ello, electrizante e hipnótico, un trabajo sólidamente reforzado por la música de Mariano Lozano, la iluminación de Kiko Planas, el vestuario y caracterización de Cecilia Molano y Pepa Casado, respectivamente.









"Agripina" (haciendo click aquí podéis ver videos de la representación. La calidad no es muy buena, pero se puede uno hacer una idea de lo que fue la experiencia), fue el espectáculo que más espectadores atrajo en la edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida en 2002. La obra de Fermín Cabal planteaba temas que resultaban cercanos y reconocibles sin caer en estereotipos ni pseudoactualizaciones. No eran necesarios para que el público se identificara con el drama vivido por los personajes y reconociera en los conflictos planteados la ardiente actualidad de lo universal.  No volveríamos al Festival de Mérida hasta la siguiente década con "Coriolano", pero esa es otra historia. 

Eugenio Amaya

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