Un año antes de sacar adelante nuestro proyecto "Los Cañones" volvimos por tercera vez al Festival de Teatro Clásico de Mérida. Tras "Electra" y "Medea", considerábamos que podíamos seguir aportando ideas al Festival, tanto en lo que se refería al contenido del espectáculo propuesto como a los ingredientes escénicos del mismo. La idea original surgió al tener conocimiento de la obra "Británico" de Racine estrenada en Londres en la que Diana Rigg interpretaba el personaje de Agripina, madre de Nerón. El personaje nos pareció sugerente y una buena oportunidad de plantear el tema de la mujer y el poder. Agripina, algo desacreditada por los historiadores clásicos Suetonio, Dión Casio y Tácito por su condición femenina y sus rasgos que en los hombres eran considerados dignos de elogio (ambición, sentido de Estado, resolutiva, persona de acción), era una mujer de principios fuertes y muy consciente de que la grandeza de Roma era un objetivo a consolidar y preservar costase lo que costase. Como a las mujeres les estaba vetado el ejercicio directo del poder, Agripina lo hizo a través de su hijo Nerón. Ese era el conflicto principal que plantearía la obra: madre e hijo, al principio unidos por un ideal común, y luego enfrentados cuando el vástago necesitaba volar solo. Reunimos material bibliográfico y se lo entregamos a Fermín Cabal. Un par de viajes a Madrid para sentar las bases dramatúrgicas y nuestro habitual adaptador se dispuso a asumir una obra de temática grecolatina, inédita y surgida de la documentación histórica disponible y de la imaginación del autor.
Por correo electrónico nos pusimos en contacto con Sean, le propusimos que se incorporara a nuestro proyecto y aceptó encantado. Jorge Márquez, director del Festival de Mérida, se mostró entusiasmado con el concepto escénico de "Agripina" y nos dio todas las facilidades para reunir las características verticales a escala y los planos de planta del Teatro Romano que enviamos a Sean para que tuviera una información exacta de las dimensiones del monumento. Asimismo, recabamos la colaboración de la Dirección Gral. de la Sociedad de la Información (Carlos Castro) que sufragó dos viajes de Sean a Mérida para que el escenógrafo canadiense contemplase in situ el escenario del Romano y pudiese realizar pruebas con los proyectores suministrados por la empresa de Eric Teunis, especializada en proyecciones de imágenes en grandes emplazamientos monumentales.
Sean, fallecido el año pasado, se mostró un colaborador riguroso, entregado y entusiasta. Recordamos su sentido del humor y su disposición permanente a revisar el trabajo realizado, mejorarlo, afinar los detalles y disfrutar con los logros propios y ajenos. La Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, a través del director general Hernán Cortés, tuvo el detalle de homenajear a Sean la noche del estreno haciéndole entrega, en un acto oficial del Peristilo del Teatro Romano, de un libro sobre el patrimonio histórico-artístico extremeño. A su vez, Sean retribuyó el gesto haciendo entrega al director general de un libro sobre la ciudad de Calgary que llevaba aparejado el nombramiento de Hernán Cortés como "ciudadano honorable" por parte de las autoridades municipales de la ciudad canadiense. Rest in peace, Sean.
Nuevamente, al igual que en "Medea" y "Electra", nos propusimos utilizar la totalidad de la escena fusionando escenario y orchestra a través de una plataforma funcional que permitiera un diálogo fluido entre ambos espacios. Es preciso recordar que aún no se había institucionalizado la utilización de microfonía para amplificar a los intérpretes. Actores y actrices actuaban a viva voz, aprovechando la excelente acústica del Teatro Romano. Claro que para eso, los intérpretes tenían que estar capacitados y todos los miembros del reparto lo estaban. Llegamos a descubrir que se podía proyectar la voz contra las hendiduras de la fachada y hablar de espaldas, así como impulsar los parlamentos contra el suelo de la orchestra para amplificar las voces. Era necesario que los actores sostuvieran las escenas a dos, acercándose y alejándose en virtud de sus intenciones, motivaciones y la complejidad emocional de sus personajes en el fragor de sus respectivos conflictos. A veces, a treinta metros de distancia y en un tono que no resultara declamatorio ni artificial, sino auténtico y creíble. Debo decir que lo consiguieron. Así lo entendió el público y la crítica. En el Periódico de Extremadura se pudo leer: "Un gran espectáculo no lo hace el montaje o el decorado, sino que son los actores los que tienen que convencer al público y transmitirle lo más íntimo y profundo de las vidas de los personajes que interpretan. La mayor virtud de la representación fue la inteligibilidad de los actores y la comprensión de la historia a través de los personajes."
Como hemos dicho, todo el reparto estuvo inspirado y convincente. No obstante, es de justicia una mención aparte: el trabajo de María Luisa Borruel desplegando una energía que parecía que el escenario del Romano se le quedaba pequeño, transmitiendo la complejidad de Agripina, mujer de Estado con todas las letras llegando incluso a ordenar el asesinato de quienes se interponían en su camino que no era otro que la defensa de la grandeza de Roma, madre abnegada, solícita e inmisericorde. Un trabajo de artista de la interpretación único y excepcional.
Eugenio Amaya
No hay comentarios:
Publicar un comentario