sábado, julio 14, 2012

Malos tiempos para la lírica


El hombre del mazo estaba agazapado, como en las etapas de alta montaña de las grandes rondas ciclistas, a la espera de que madurasen los que se agarraban al firme, exhaustos, en la etapa reina. Aprovechando uno de los repechos con porcentajes de los que quitan el hipo, el hombre del mazo repartió mandobles a discreción y, uno tras otro, cayeron al suelo los sacrificados de la ruta en la mayor escabechina de la que los más viejos del lugar conservan memoria. La subida del IVA al sector de la cultura, incluidas las artes escénicas y excluido el sector del libro al que no le hacen falta estas ayuditas para agonizar, es el golpe de gracia que temían los más optimistas. Los autónomos, titulares del grueso de las compañías que pueblan el panorama nacional patrio, reciben una propina añadida en su retención del IRPF. Todo sea por el bien común y la imperiosa necesidad recaudatoria del modelo de Estado que nos hemos regalado. 

Estaba claro que las artes escénicas, con la que está cayendo, no se iban a ir de rositas. Nadie es perfecto y es de todos conocido que el sector, durante los años de bonanza, megalomanías varias, despilfarro y orgía clientelar, desarrolló vicios cuya responsabilidad es propia e intransferible...con la complicidad del poder político a todos los niveles. De ahí, el sambenito que una parte de la sociedad nos ha endilgado: titiriteros del régimen, "que se jodan". Los comentarios a la noticia en diversos medios de comunicación digitales son buena prueba de ello. ¿Qué hacer? 

Indignarse, quejarse, emitir comunicados, repartir estopa en las redes sociales es una reacción lógica y necesaria, pero no llega al meollo de la cuestión. Las artes escénicas sufren ahora, en carne propia, los efectos de su alejamiento de la sociedad. Durante largo tiempo, la prioridad fue establecer redes de complicidad con los políticos que gestionaban los fondos públicos dedicados a la cultura, para su mayor gloria y beneficio personal y electoral. Surgió, por parte del sector, una vocación cortesana y acomodaticia con su correspondiente pérdida de prestigio ante la opinión pública. Aunque parezca un sarcasmo, este hachazo a nuestros intereses puede constituir una oportunidad para recuperar el honor perdido. 

En el Reino Unido, según cifras del 2010, el sector teatral en Londres, generó un IVA superior a las subvenciones que el Arts Council concede a las artes escénicas en todo el país. Así y todo, los recortes han deteriorado el tejido cultural a lo largo y ancho del país y han surgido voces de personalidades como Andrew Lloyd-Webber que han alertado al gobierno británico de las funestas consecuencias para la renovación y supervivencia de lo que allí se llama "artes creativas", consideradas una notable fuente de ingresos para el país a través del turismo y la exportación. Y, no sólo eso, constituyen también, un factor importante en garantizar calidad de vida y el desarrollo de la capacidad innovadora de la cultura británica. 


En España, estamos pagando años de improvisación, de canalizar recursos públicos a proyectos demenciales ligados a la especulación urbanística, de falta de estrategia, de ombliguismo, de ausencia de políticas de colaboración internacional que repercutieran en la calidad de nuestros productos y propiciaran el establecimiento de vías de coproducción e intercambio, de búsqueda de la excelencia -no sólo para atender las exigencias del mercado interno e incrementar la cifra de espectadores, sino para consolidar nuestro potencial exportador y atraer al turismo cultural internacional-. En la formación, también se ha caído en la rutina y la funcionarización. Desde la precariedad, nos veremos obligados a corregir todas estas taras, en medio de un empobrecimiento generalizado de la sociedad española durante un tiempo indefinido. Nos hace falta un plan, no sólo para preservar derechos adquiridos cuyo mantenimiento no forman parte de las prioridades de quienes imponen recortes y subidas de impuestos desde Bruselas a través de Moncloa. Y este plan no debe limitarse a una larga lista de reivindicaciones. También ha de plantear propuestas, reconocimiento de nuestros errores y campañas de movilización. Lo tenemos crudo y, tal como está el patio recaudatorio-confiscatorio, es de temer que la tan anunciada ley de mecenazgo, destinada a paliar nuestro dolor, haga mutis por el foro. No va a ser fácil, pero no basta con patalear.

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