jueves, octubre 31, 2013

Las enseñanzas de "Bienvenido a casa"



Tras el paso del espectáculo “Bienvenido a casa” de la compañía uruguaya Pequeño Teatro de Morondonga por el Festival de Teatro de Badajoz, es inevitable convertir el entusiasmo de espectador en materia de reflexión. La crítica ha destacado las cualidades de una experiencia teatral única, pero lo que procede considerar más detenidamente es el mecanismo de creación-producción que ha llevado a este magnífico grupo de artistas uruguayos a desarrollar un proceso de ensayos a lo largo de dos años para conseguir el resultado que tanto nos ha hecho disfrutar. Extraigo un párrafo de una reseña del periódico argentino La Nación que nos da pistas: El trabajo pudo ser prolongado en el tiempo gracias al talento y disponibilidad de los integrantes del equipo, pero también a la austera arquitectura financiera que lograron mediante la presentación del proyecto a las ayudas provenientes del recientemente creado fondo de cooperación iberoamericana denominado "Iberescena", en este caso obtenido para la dramaturgia. También se hicieron acreedores de los fondos de fomento que otorga el Estado uruguayo y la Intendencia de Montevideo. Con estos aportes, la producción se organizó bajo el sistema cooperativo y así pudieron presentarse al público en condiciones de excelencia.”

RobertoSuárez, director de “Bienvenido a casa”, nos decía momentos antes de la segunda jornada de representaciones que las ayudas recibidas fueron eso, “ayudas”. Imposible financiar un proyecto basado en la investigación, la creación colectiva, el proceso de prueba y error, el desarrollo de un lenguaje propio, la mecánica de simultanear dos historias que se escenifican paralelamente, durante dos años continuados de trabajo y absoluta entrega. “Organizábamos fiestas para recaudar fondos”, nos comentaba Roberto. Además, el horario de ensayos nocturno, permitía a los integrantes de la compañía dedicarse a otros menesteres a lo largo del día para garantizar su subsistencia. Según dice el artículo de La Nación, muchos de los integrantes de la compañía “...se conocen desde el trabajo anterior de Suárez La estrategia del comediante, que ya en su título revela como tema recurrente en su obra la relación del actor con su oficio y con el público. Todos tienen en común una formación integral adquirida en las diferentes escuelas existentes en la ciudad, desde la célebre Escuela de Arte Dramático de Montevideo (EMAD) hasta el IAM y la Escuela de Actores.” Es decir, la complicidad del elenco y su compromiso con el proyecto, así como la solvencia profesional y artística para sacarlo adelante estaban más o menos garantizadas.

Pequeño aparte. Los antecedentes españoles. Un componente de la compañía, mientras hablábamos de todo un poco antes de pasar al patio de butacas en calidad de “invitados”, nos comentaba la influencia de Margarita Xirgu en el teatro uruguayo. “Ella inculcó los conceptos de disciplina, rigor y entrega”. Y, ahí siguen, acompañando todo lo demás. “¿Los dos años, fueron sin interrupción?”, preguntamos a Roberto. “Claro, si no, no se puede. Como mucho, paramos quince días porque alguien tenía que hacer algo, pero los
demás seguíamos trabajando”, contestaba el director. ¿Y el proceso de creación colectiva, cómo se llevaba a cabo? En torno a unas claves básicas, se desarrollaban los personajes y las situaciones. “Las escenas no podían ser largas, dos o tres minutos, y siempre tenía que estar presente un elemento de contradicción”, nos aclaraba el director. “Me reunía individualmente con cada actor y elaborábamos sobre el papel el resultado de las improvisaciones que no eran, precisamente, improvisaciones, los códigos estaban muy claros. Luego, yo ajustaba todo de acuerdo con los temas de la obra y la historia que contamos”.

Éxito en Uruguay y gira internacional. Este método de trabajo, por llamarlo de alguna manera, es una tradición en América Latina. En España hemos visto a lo largo de los años, varios antecedentes, sobre todo procedentes del teatro argentino. Son los frutos de la falta de medios materiales que han de ser suplidos por el tremendo impulso que da la ambición creativa y las ganas de crear en libertad, sin ataduras, sin imposiciones, sin servidumbres. Si se me permite la cursilada, es un teatro con “alma”. Nos transmite con imaginación, intensidad emocional y expresiva, así como destreza escénica los recovecos de la condición humana. Todo ello desprovisto de ínfulas, de artificios, egolatría y ansiedad exhibicionista.

En España, son años de empobrecimiento. La situación es crítica, es de todos sabido, pero ¿qué lección podemos extraer de la experiencia uruguaya? No es que sea plato de gusto, pero se puede crear desde la precariedad material y las presiones de lo inmediato. Sin comerlo ni beberlo, estamos volviendo a los años previos al gran tinglado subvencionado, finales de los setenta, principios de los ochenta. Las soluciones institucionales son a corto plazo y no pasan de ser parches a la sangría. Pataleamos y nos indignamos, pero la realidad de las cifras, no sólo el aumento del IVA en un país a la deriva, nos dice que hay sectores que ni siquiera pueden optar al salvavidas de la subvención pública y están condenados a desaparecer. Por supuesto que no abogamos por resignarnos a la miseria y dejar de reivindicar un lugar digno para la cultura en este país, semejante al que ocupa en otros países europeos donde también sufre recortes y estrecheces. Pero hemos de volver la mirada a nosotros mismos. ¿Estamos haciendo todo lo que podemos? ¿Estamos ofreciendo al público una experiencia inolvidable y enriquecedora cuando afrontamos un proyecto? ¿Están los programadores y críticos fijándose suficientemente en las iniciativas que se apartan de “lo de siempre y más de lo mismo”, estableciendo nuevas complicidades con el espectador?


El Pequeño Teatro de Morondanga está de gira por España con “Bienvenido a casa”. Si les pilla cerca, no se lo pierdan.

Eugenio Amaya

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