Tras
el paso del espectáculo “Bienvenido a casa” de la compañía
uruguaya Pequeño Teatro de Morondonga por el Festival de Teatro de Badajoz, es inevitable convertir el entusiasmo de espectador en
materia de reflexión. La crítica ha destacado las cualidades de una
experiencia teatral única, pero lo que procede considerar más
detenidamente es el mecanismo de creación-producción que ha llevado
a este magnífico grupo de artistas uruguayos a desarrollar un
proceso de ensayos a lo largo de dos años para conseguir el
resultado que tanto nos ha hecho disfrutar. Extraigo un párrafo de
una reseña del periódico argentino La Nación que nos da pistas:
“El
trabajo pudo ser prolongado en el tiempo gracias al talento y
disponibilidad de los integrantes del equipo, pero también a la
austera arquitectura financiera que lograron mediante la presentación
del proyecto a las ayudas provenientes del recientemente creado fondo
de cooperación iberoamericana denominado "Iberescena", en
este caso obtenido para la dramaturgia. También se hicieron
acreedores de los fondos de fomento que otorga el Estado uruguayo y
la Intendencia de Montevideo. Con estos aportes, la producción se
organizó bajo el sistema cooperativo y así pudieron presentarse al
público en condiciones de excelencia.”
RobertoSuárez, director de “Bienvenido a casa”, nos decía momentos
antes de la segunda jornada de representaciones que las ayudas
recibidas fueron eso, “ayudas”. Imposible financiar un proyecto
basado en la investigación, la creación colectiva, el proceso de
prueba y error, el desarrollo de un lenguaje propio, la mecánica de
simultanear dos historias que se escenifican paralelamente, durante
dos años continuados de trabajo y absoluta entrega. “Organizábamos
fiestas para recaudar fondos”, nos comentaba Roberto. Además, el
horario de ensayos nocturno, permitía a los integrantes de la
compañía dedicarse a otros menesteres a lo largo del día para
garantizar su subsistencia. Según dice el artículo de La Nación,
muchos de los integrantes de la compañía “...se
conocen desde el trabajo anterior de Suárez La estrategia del
comediante, que ya en su título revela como tema recurrente en su
obra la relación del actor con su oficio y con el público. Todos
tienen en común una formación integral adquirida en las diferentes
escuelas existentes en la ciudad, desde la célebre Escuela de Arte
Dramático de Montevideo (EMAD) hasta el IAM y la Escuela de
Actores.” Es
decir, la complicidad del elenco y su compromiso con el proyecto, así
como la solvencia profesional y artística para sacarlo adelante
estaban más o menos garantizadas.
Pequeño
aparte. Los antecedentes españoles. Un componente de la compañía,
mientras hablábamos de todo un poco antes de pasar al patio de
butacas en calidad de “invitados”, nos comentaba la influencia de
Margarita Xirgu en el teatro uruguayo. “Ella inculcó los conceptos
de disciplina, rigor y entrega”. Y, ahí siguen, acompañando todo
lo demás. “¿Los dos años, fueron sin interrupción?”,
preguntamos a Roberto. “Claro, si no, no se puede. Como mucho,
paramos quince días porque alguien tenía que hacer algo, pero los
demás
seguíamos trabajando”, contestaba el director. ¿Y el proceso de
creación colectiva, cómo se llevaba a cabo? En torno a unas claves
básicas, se desarrollaban los personajes y las situaciones. “Las
escenas no podían ser largas, dos o tres minutos, y siempre tenía
que estar presente un elemento de contradicción”, nos aclaraba el
director. “Me reunía individualmente con cada actor y elaborábamos
sobre el papel el resultado de las improvisaciones que no eran,
precisamente, improvisaciones, los códigos estaban muy claros.
Luego, yo ajustaba todo de acuerdo con los temas de la obra y la
historia que contamos”.
Éxito
en Uruguay y gira internacional. Este método de trabajo, por
llamarlo de alguna manera, es una tradición en América Latina. En
España hemos visto a lo largo de los años, varios antecedentes,
sobre todo procedentes del teatro argentino. Son los frutos de la
falta de medios materiales que han de ser suplidos por el tremendo
impulso que da la ambición creativa y las ganas de crear en
libertad, sin ataduras, sin imposiciones, sin servidumbres. Si se me
permite la cursilada, es un teatro con “alma”. Nos transmite con
imaginación, intensidad emocional y expresiva, así como destreza
escénica los recovecos de la condición humana. Todo ello
desprovisto de ínfulas, de artificios, egolatría y ansiedad exhibicionista.
En
España, son años de empobrecimiento. La situación es crítica, es
de todos sabido, pero ¿qué lección podemos extraer de la
experiencia uruguaya? No es que sea plato de gusto, pero se puede
crear desde la precariedad material y las presiones de lo inmediato.
Sin comerlo ni beberlo, estamos volviendo a los años previos al gran
tinglado subvencionado, finales de los setenta, principios de los
ochenta. Las soluciones institucionales son a corto plazo y no pasan
de ser parches a la sangría. Pataleamos y nos indignamos, pero la
realidad de las cifras, no sólo el aumento del IVA en un país a la
deriva, nos dice que hay sectores que ni siquiera pueden optar al
salvavidas de la subvención pública y están condenados a
desaparecer. Por supuesto que no abogamos por resignarnos a la
miseria y dejar de reivindicar un lugar digno para la cultura en este
país, semejante al que ocupa en otros países europeos donde también
sufre recortes y estrecheces. Pero hemos de volver la mirada a
nosotros mismos. ¿Estamos haciendo todo lo que podemos? ¿Estamos
ofreciendo al público una experiencia inolvidable y enriquecedora
cuando afrontamos un proyecto? ¿Están los programadores y críticos
fijándose suficientemente en las iniciativas que se apartan de “lo
de siempre y más de lo mismo”, estableciendo nuevas complicidades
con el espectador?
El
Pequeño Teatro de Morondanga está de gira por España con
“Bienvenido a casa”. Si les pilla cerca, no se lo pierdan.
Eugenio Amaya
Eugenio Amaya
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