sábado, mayo 15, 2021

"Electra", nuestra primera incursión en el Festival de Teatro Clásico de Mérida

Desde que llegamos a Extremadura, en 1991, María Luisa Borruel y quien firma lo que vais a leer, cofundadores de Aran Dramática, asistíamos todos los veranos a la ineludible cita con el Teatro Romano de Mérida. No vamos a descubrir ahora la rueda. El monumento es para quitarte el aliento, eso lo sabemos todos. Verlo cobrar vida durante las representaciones del Festival de Teatro Clásico de Mérida, una experiencia mágica. 

Me llamaban la atención las dimensiones del escenario, su enorme extensión horizontal y su relativamente escasa profundidad. La media luna de la orchestra que parecía invitarte a que hicieras uso de ella con el riesgo de estrellarte. La espectacular valva regia y la discreta presencia de las dos valvas hospitalia, una simetría misteriosa que desafiaba a la imaginación. Por lo general, los espectáculos se ahorraban molestias y centraban la acción en el centro del escenario. Pero ahí estaba todo lo demás, a plena vista. Contemplaba los espectáculos, fascinado por la atmósfera sin que se me pasara por la cabeza la posibilidad de recalar allí algún día.


Del cuaderno de dirección de Eugenio Amaya para "Electra"

Hasta que el presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra anunció un día que, a partir de 1995, en cada edición del Festival, las compañías extremeñas disfrutarían de la oportunidad de formar parte de la programación por derecho propio. La producción extremeña dispondría de un presupuesto aportado por la Consejería de Cultura de la Junta y sería programada como una oferta artística más dentro del Festival. Ahí se encendió la bombilla.


Del cuaderno de dirección de Eugenio Amaya para "Electra"

En los años 1995 y 1996, las visitas al Festival se tornaron estratégicas. Observaba detenidamente la utilización del espacio en los espectáculos, las condiciones técnicas (los complicados tiros de iluminación, la acústica del teatro -sin microfonía-, la disposición del equipo de sonido, las posibilidades de entradas y salidas, los tiempos de los actores en recorrer las ya citadas curiosas dimensiones de la escena, etc.).


Del cuaderno de dirección de Eugenio Amaya para "Electra"

La pregunta era: ¿qué texto elegir del amplio repertorio grecolatino? Había leído a los clásicos, pero nunca con la intención de montarlos. Nuestra compañía estaba especializada en obras contemporáneas, muy alejadas de los arquetipos de la tragedia griega y, en cierta forma, de las comedias grecolatinas de la época. Llegó a mis manos una versión de Jean Giraudaux de la "Electra" de Sófocles, Eurípides y Esquilo. Un tanto teatro de salón, sin la épica de los clásicos, pero contaba la fábula. 


Y tiramos de nuestro amigo Fermín Cabal. María Luisa había protagonizado un texto de Fermín, dirigido por Ángel Ruggiero en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, "Caballito del Diablo", y el autor leonés se había hecho cargo de la adaptación de nuestro primer espectáculo, "Estrellas en la Madrugada" de Alexander Galin. Había confianza y mutuo respeto.

Así lo veía Fermín, según cuenta en el prólogo a su versión de "Electra" publicada en Editorial Fundamentos: "En el caso de 'Electra'...el encargo provino de una compañía extremeña con la que ya había colaborado antes...La primera actriz, María Luisa Borruel, y el director, Eugenio Amaya, son dos buenos amigos a los que admiro por su extraordinaria vocación teatral, rayana en la mística, y por su talento de artistas. Tanto me gusta trabajar con ellos que acepté un buen día de invierno de 1996 embarcarme en la aventura...sin haber leído siquiera la obra de Giraudoux."


Prosigue Fermín: "Quince días después, tras leerla media docena de veces entre espasmos viscerales y sudores fríos, llamé a Eugenio para pedirle que me disculpara, que me había precipitado, que no podía hacer una versión de una obra que me resultaba absolutamente alejada por muchos motivos. Pero Eugenio es duro de pelar. Se plantó en Madrid, me contó las imágenes de la puesta en escena, el sentido que le encontraba al espectáculo, los momentos brillantes (que los hay) del texto de Giraudoux, las ráfagas de humor, y sobre todo, y eso lo comprendí perfectamente, la necesidad imperiosa de aceptar el encargo del Festival. 'Haz tu versión', me dijo."


Del cuaderno de dirección de Eugenio Amaya para "Electra"

Mientras Fermín Cabal se enfrascaba en su versión libre del texto de Giraudoux, había que poner en pie el proyecto. La unión hace la fuerza. En nuestro capítulo anterior sobre "Mujer rota" de Simone de Beauvoir, comentábamos la armoniosa relación de Aran Dramática con Francisco Espada, joven empresario cultural que había creado en Badajoz la Sala Tragaluz. A Paco lo conocimos en Madrid cuando formaba parte del laboratorio de investigación y creación teatral La Cuarta Pared (con el tiempo convertida en Sala Alternativa) que había fundado el director argentino Ángel Ruggiero. Paco también había decidido volver a Badajoz para desarrollar su trayectoria profesional que, con el tiempo, lo convirtió en uno de los protagonistas destacados de la incipiente industria audiovisual extremeña. Unimos recursos: él se haría cargo de la producción ejecutiva y nosotros de la puesta en escena. Trabajamos en sintonía. Paco había aprendido de números y de gestión (talento natural), pero viniendo como venía de la parte artística del hecho teatral, sabía equilibrar lo "creativo" con lo "posible" y, juntos, iniciamos la travesía para desembarcar en Mérida.


Desde el principio de mi carrera como director de escena, supe, no sé si por intuición o por la influencia de los escritos de los que me nutría en mi permanente labor de autodidactismo, que un buen director era el que supiera rodearse de buenas personas de gran talento y profesionalidad. Era necesario conjugar el rigor creativo con la humildad, la generosidad y la capacidad de extraer lo mejor del talento ajeno. Tirando de mis referencias internacionales, a través de nuestro querido amigo Antonio Gil Martínez, establecimos contacto con dos miembros de la laureada compañía británica "Théâtre de Complicité" con la que Antonio había trabajado en varias ocasiones. Su diseñadora de iluminación, Paule Constable, que tenía una agenda muy apretada nos recomendó a un colega, Mark Ridler, quien tenía amplia experiencia en espectáculos de gran formato al aire libre. Se apuntó al proyecto sin rechistar.


También contactamos con uno de los fundadores de la compañía británica, Jos Houben, discípulo aventajado del mismísimo Jacques Lecoq, para que impartiera a los actores de "Electra" un taller de gesto y movimiento. En el Teatro Romano de Mérida, sin abandonar el sentido de la verdad escénica, había que desarrollar gestos grandes, estilizados, precisos y expresivos y ser conscientes de que las distancias iban a ser exigentes y sería necesario integrarlas con naturalidad. Me proponía utilizar la totalidad del escenario y convertir el monumento en el jardín del palacio de los Atridas. Giraudoux, en las acotaciones al texto dramático, situaba la acción en "Cours intérieure dans le pálais d'Agamemnon" (Patio interior del Palacio de Agamenón). Para nosotros, el monumento del Teatro Romano bien podría pasar por la fachada del citado palacio y de su interior pasábamos al exterior.

Maqueta de la escenografía diseñada por José Manuel Castanheira

Aquí entra la genial aportación del artista portugués José Manuel Castanheira. Habíamos visto una exposición de su obra escenográfica que viajó del parisino Centro Cultural Pompidou al Museo de Arte Contemporáneo de Badajoz (MEIAC) y nos había maravillado la contundencia expresiva y su capacidad de integrar en sus propuestas la esencia de los espectáculos en los que había participado. Nos pusimos en contacto con él y, encantado, aceptó el ofrecimiento de participar en nuestro proyecto. Gracias a las gestiones de producción de Paco Espada, conseguimos financiación suplementaria del Gabinete de Iniciativas Transfronterizas que se haría cargo de los honorarios del brillante diseñador luso y del coste de realización.


Por último, invitamos a formar parte del equipo técnico-artístico a nuestra habitual colaboradora Helena S. Kriukova, diseñadora de vestuario, al compositor musical Mariano Lozano y a nuestra cómplice de anteriores empeños, Pepa Casado (caracterización). Manuela Vázquez, nuestro pilar organizativo, se encargaría de la coordinación de producción, una tarea en la que ya empezaba a destacar y Tony Martín repetiría como ayudante de dirección. Ahora había que elaborar el reparto. La intención, desde el principio, era contar con intérpretes de la región. No considerábamos necesario recurrir a "cabeceras de cartel" venidas de otros lares para adornar el tirón de taquilla. Contar con el talento autóctono y hacerlo brillar siempre ha sido el leitmotif de Aran Dramática.


El reparto de "Electra" estuvo integrado por María Luisa Borruel, José Vicente Moirón, Memé Tabares, Leandro Rey, Beli Cienfuegos, Concha Rodríguez, Miguel Gallardo (único componente no extremeño), Esteban G. Ballesteros, Ana Trinidad, Charo Feria, Paca Velardiez, Gene García y Nieves Rebolledo. Como dice la Wikipedia, en el texto de Giraudaux se cuenta que "Agamenón, rey de Argos, había sacrificado su hija Ifigenia a los dioses. En venganza, su esposa, Clitemnestra, ayudada por su amante, Egisto, lo asesinó a su regreso de la guerra de Troya. Orestes, el hijo fue desterrado, pero a la segunda hija, Electra, se le permitió permanecer y pretenden casarla con el jardinero. Electra se rebela y, con la ayuda de su dócil hermano Orestes, que ha vuelto del destierro, emprende la búsqueda del asesino de su padre, mientras manifiesta un odio implacable hacia su madre. Finalmente, tanto Electra como Orestes terminan destruidos por la maldición que persigue a la casa de Atreo."


El montaje de Giraudaux, estrenado en 1937 y dirigido por el gran maestro del teatro francés, Louis Jouvet, ya nos lo advertía Fermín Cabal, olía un tanto a naftalina, con todos los respetos. Fermín se encargó de dotar a su versión de la garra y sentido de urgencia (la tragedia ya los tiene) a través de un lenguaje que preservaba la calidad literaria y la hacía comprensible a los espectadores y pertinente al mundo de hoy. En este sentido se lo puso fácil a los actores que recogieron el guante con el talento y destreza creativa que les eran propios. Mientras ensayábamos en el Teatro Menacho de Badajoz (hoy, sede fantasma de Zara), Paco Espada se entregaba a las labores de producción y realización y montaje del diseño de Castanheira. 


Escribe Francisco Espada (Paco para los amigos): "
Sujeta entre sus manos, abierta por una doble página con una imagen a sangre del Teatro Romano de Mérida, José Manuel Castanheira sostenía ante nuestros ojos una de esas fastuosas publicaciones que editan las administraciones públicas. Giró el libro, lo puso del revés con el Teatro cabeza abajo y dijo en tono grave: 'Esta es la escenografía'. Y así fue. Cubrió, cubrimos, el suelo del escenario y la orchestra de espejos y el marco incomparable multiplicó hasta el infinito su imponente imagen por el único lugar que podía hacerlo, por el suelo. Pero esto ocurría en el segundo acto, durante el primero la escena se desarrollaba en un inmenso jardín de césped artificial, girasoles, encinas (en el original) y un estanque que se iba tiñendo de rojo conforme evolucionaba la tragedia. A finales de los 90 aún no existía la costumbre de forrar rotondas con césped artificial, no sé hasta que punto nuestra 'Electra' ha podido servir de inspiración, y conseguir la cantidad de metros necesarios para cubrir escenario y orchestra resultó una odisea, pero nada comparada a la ingeniería que hubo que desarrollar para instalar los espejos sobre los que los actores combatían y saltaban, que finalmente conseguimos en una fábrica de Milán y a pesar de estar diseñados para colocarse en techos cumplieron su función de forma inmejorable, si obviamos su condición deslizante que conspiró contra la dignidad de los protagonistas y a alguno dio un susto. Con el asunto de las encinas, que figuraban en los bocetos, la cosa se complicó, pues aunque se propuso hacer réplicas artificiales, estas no eran del agrado del escenógrafo y no parecía muy ético sacrificar a tres árboles milenarios por una función de teatro, con cinco representaciones. Surgió la idea de aprovechar los olivos, igual de milenarios, que se estaban arrancando en el desbroce para la construcción de carreteras. Y así salvamos a los tres olivos, que hicieron su cameo en Electra y al terminar las funciones regresaron al olivar, donde ahora ilustran a los pajaritos sobre la tragedia griega."


En una entrevista concedida a Rosana Torres de El País, Castanheira comentaba: "Este teatro siempre me subyugó, no sólo como monumento, sino por razones escenográficas..., éste es un espacio de culto para mí, desde hace muchos años, era un sueño y un gran desafío tratar de conseguir que la propia aportación tenga alguna fuerza y presencia...Mi aportación a los espectáculos tiene siempre la preocupación de que la palabra y los actores siempre sean lo más importante... puede que mis metáforas escénicas sean más o menos conseguidas, pero siempre serán microgeografías, microcosmos que sirvan para que la historia se desarrolle, donde los actores se sientan bien...La escenografía debe ser el entorno justo para el actor, y nunca debe ponerse la fuerza de la imagen estética o la maquinaria. contra el actor...Lo que nos pasa en la vida, en cada época, tiene que estar encima del escenario, por tanto el teatro y su plasticidad, su escenografía debe estar en continuo desarrollo..."


Bajo el titular: "Una apuesta por el teatro extremeño", Rosana Torres escribió: "El estreno de Electra, de Jean Giraudoux, en el Teatro Romano de Mérida, ha sido una clara apuesta, por parte del Festival de Teatro Clásico y de la Junta de Extremadura, por el teatro de esta comunidad. Tanto la compañía que ha puesto en escena este montaje, Aran Dramática, como el director, Eugenio Amaya, así como los actores, entre los que se encuentra Miguel Ángel Gallardo, en el papel de Egisto, María Luisa Borruel, en el de Electra, y otros once intérpretes, son todos extremeños.Todos ellos se han rodeado de un equipo escogido con sumo cuidado. El dramaturgo Fermín Cabal, como responsable de la versión; el portugués Castanheira, del espacio escénico; la rusa Helena Kriúkova, formada en la escuela teatral rumana y afincada en España hace unos años, como figurinista; Mark Ridler, uno de los nombres imprescindibles en el terreno de la iluminacion escénica; o Jos Houben, cofundador y director del exquisito grupo, británico Theatre de la Complicité, que firma como responsable del movimiento y la coreografía. Todo un equipo que consiguió entusiasmar al público de la noche de estreno con esta versión que Fermín Cabal ha impregnado de un sello personal. 'Giraudoux versionó a los clásicos, y yo a Giraudoux', dice el autor, 'en realidad es un remake, porque el autor francés escribió su texto para un teatro de boulevard, muy cercano al público, -populista y el marco del teatro Romano necesita otro tono, muy épico. Mi versión es muy libre, además no creo que haya que tratar estas obras como si fueran arqueología".





Y, sí, los actores se sentían a gusto en el espacio escénico diseñado por Castanheira, sorteaban hábilmente algunos sutiles obstáculos, se mantenían conectados entre ellos defendiendo las particularidades emocionales de sus respectivos personajes y brillaban inspirados por la creatividad del escenógrafo luso, el texto de Fermín y las magníficas aportaciones de Mark Ridler, Helena S. Kriukova, Mariano Lozano y Pepa Casado. Sin grandilocuencias ni imposturas y a viva voz, sin micrófonos. 



Pablo Sánchez resumió así lo acontecido en el estreno en el periódico Hoy: "Hacía muchos años, tal vez décadas, que no se veía sobre el Teatro Romano un escenario de tales dimensiones: gigantescas, sencillas, llamativas. Castanheira ha vestido el Teatro con aires puramente mediterráneos: girasoles en los laterales, un tapiz verde que se extiende por la mitad de la orchestra y tres hermosos olivos que pregonan la mediterraneidad del viejo palacio de Argos en donde se cuece el drama de Electra."





Y añade Pablo Sánchez tras el último día de representaciones: "Electra se despide con llenos espectaculares en el Teatro Romano...a lo largo de este fin de semana ha aprobado la otra asignatura que se le demanda a cualquier otra producción: llenar las gradas...Viernes y sábado el teatro se llenó rondando los tres mil espectadores para contemplar la mayoría de edad del teatro extremeño. La puesta de largo de una nueva manera de afrontar retos de envergadura conectando a los más destacados actores de la Región con excelentes profesionales de la escena europea."






Efectivamente, nuestra primera incursión en el Festival de Teatro Clásico de Mérida (luego vendrían tres más), nos brindó grandes satisfacciones. Hubo un amago de hacer girar "Electra", pero eso habría sido desvirtuar el espíritu del proyecto: el objetivo principal había sido rendir homenaje al monumento del Teatro Romano, realzar su magnificencia y desarrollar en el ámbito horizontal de grandes dimensiones una fusión poética con la espectacular fachada. Fue un aprendizaje rodeado de los mejores: adaptador, diseñadores, compositor, técnicos, maquinistas, equipo de producción y realización de escenografía y vestuario, intérpretes...una experiencia de las que no se olvidan. Han transcurrido casi 24 años desde el estreno de nuestra "Electra" en Mérida y, escribiendo estas palabras, parece que fue ayer. 

Eugenio Amaya

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