Confinamiento,
incertidumbre, parálisis. Se declara el Estado de Alarma de un día
para otro y ahí nos quedamos en nuestras casas, amedrentados y
atemorizados. Se propaga el miedo, primero el miedo al contagio y
luego, el miedo a perder la fuente de ingresos en una profesión que
vive al día desde la noche de los tiempos. ¿Qué hacer? Lo primero,
comprar mascarillas, papel higiénico, provisiones, los dichosos
guantes y desinfectantes...y a verlas venir. Avalancha de
información, recuento diario de las bajas, confusión generalizada,
se caldean los ánimos, el panorama es desolador. Y así pasan los
días. Irrumpe el hábito de comunicarse a través de videollamadas.
Y surge la idea. ¿Se puede contar una historia a través de este
nuevo formato de comunicación? Se buscan referencias en la red de
redes y, entre los creadores escénicos del panorama nacional e
internacional, cada cual se adapta a la nueva situación a su manera.
Monólogos, webinars, doblajes de escenas de películas con
los diálogos trucados, obras de teatro narradas a través de la
cámara del móvil, conferencias, entrevistas, coloquios, clases
online, etc.
Desde
la época de nuestra obra “Anomia” (el estallido de la burbuja
inmobiliaria y la corrupción política), no había ahí fuera un
clima tan espeso de crispación y efervescencia social provocado por
una crisis sanitaria y sus derivados de toda índole. En
confinamiento. Por asociación de ideas, surge una referencia: “7 días de mayo”, una película norteamericana de los años sesenta
en la que se prepara un golpe de Estado en los Estados Unidos.
Vaya...teniendo en cuenta la artillería mediática, las acusaciones
cruzadas de los responsables políticos, los efectos de la pandemia
en el estado anímico de la población, las medidas adoptadas para
frenar el empobrecimiento colectivo que protegen a algunos y
desprotegen a muchos, hay material dramático de sobra.
Surge
el impulso de escribir una historia y buscar cómplices. No hay nada
como pedir favores y encontrar almas caritativas que sacan tiempo de
donde no lo tienen para incorporarse a un proyecto carente de
financiación. La realidad tarda en llegar a las instituciones y el
mecenazgo privado está reservado para iniciativas de mayor peso
específico. Quizás, algún día...Agradecimiento eterno a Pablo
Bigeriego, María Luisa Borruel, Santi Senso, Quino Díez, Maite
Vallecillo y Pilar Brinquete, integrantes del reparto, y a Jorge
Moraga, Koke Rodríguez, On.Graphics y Manuela Vázquez, del equipo
técnico-artístico, colaboradores habituales de Aran Dramática, por
su generosa entrega y dedicación.
El
universo digital está aquí para quedarse. Ya nada será como antes
en el panorama de las artes escénicas. Añorar lo que una vez fue y
tardará en volver, si es que vuelve, puede generar un estado de
frustración permanente. Claro que todos deseamos volver a pisar el
escenario ante un patio de butacas a rebosar, sin distanciamiento
social, pero hasta que esto llegue, ¿qué hacer? El virus de lo
digital ya se nos ha inoculado. No es excluyente con el teatro de
siempre. Se pueden concebir proyectos mixtos para ampliar la difusión
de los mismos y explorar nuevas vías de contar historias. El tiempo
dirá.
Eugenio Amaya
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