En aquella época, mediada la década de los 90, tenía quien firma una devota curiosidad por todo lo que se gestaba en el panorama teatral británico. Sobre todo, en lo referente a los autores contemporáneos. Me fascinaban los temas, la capacidad de no dejar títere con cabeza, la valentía, la preocupación por reflejar el pálpito de su sociedad en todas las vertientes. David Hare, Pinter, Sarah Kane, Tom Stoppard, Caryl Churchill, Howard Brenton, Alan Ayckbourn, Edward Bond, Alan Bennett y tantos otros.
En la Librería Inglesa de Badajoz tenía encargado el Time Out londinense que me llegaba todas las semanas y así podía consultar la excelente sección de artes escénicas de la revista con todo lo nuevo en la cartelera de Londres, el West End y el Fringe. Basándome en esta información, seleccionaba las obras que encargaría a través de Turner, la librería madrileña que distribuía textos anglosajones. En busca de repertorio. Así llegó a mis manos "Head-rot Holiday" de Sarah Daniels. Trataba sobre la reclusión de mujeres con enfermedades mentales en centros psiquiátricos para pacientes violentos en el Reino Unido. Un encargo que había recibido la autora de una compañía amiga, Clean Break, que disponía de fondos públicos para investigación y creación.
La lectura de la obra dejaba claro que había que emprender una adaptación a la realidad más cercana, el estado de la salud mental en Extremadura, un mundo estigmatizado lleno de tabúes. Al igual que la autora, iniciamos un proceso de investigación previo a la adaptación de la obra y a los ensayos. Aquí entra una figura que resultó capital para que este empeño se llevara a buen puerto: Inocencio Rodríguez Tabares, Ino, mi cuñado, cabeza visible junto a su mujer, Kety, de la "Agrupación Cultural El Chozo" que nos brindó un valiosísimo apoyo logístico en nuestros inicios como compañía. Ino era visitador médico en la provincia de Badajoz de una de las multinacionales farmacéuticas más potentes del mercado y, entre sus productos, contaba con fármacos para tratar diversas enfermedades mentales adecuadamente catalogadas en el DSM III ("Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales") de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
Me empollé los textos buscando la definición oficial de las enfermedades padecidas por los personajes de la obra y, a continuación, Ino me puso en contacto con la crème de la crème de la psiquiatría en Badajoz y Mérida. Así, entré en contacto con José Ramón Gutiérrez, director de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Infanta Cristina y Francisco Vaz Leal, coordinador del Plan de Salud Mental de Extremadura. José Ramón, hombre campechano y gran aficionado al cine, se interesó por nuestro proyecto y accedió a que yo, en calidad de adaptador-director y las tres actrices protagonistas, María Luisa Borruel, Beli Cienfuegos y Ana Sáez, pudiéramos tener acceso a la Unidad de Agudos del Infanta, una semana cada una, las actrices, y cuatro semanas, quien firma.
El objetivo del proyecto era tratar el tema con rigor y seriedad, huyendo de los estereotipos teatrales del universo de "los locos". Los personajes habrían de resultar creíbles y carentes de todo efectismo. Para ello necesitábamos convivir con ellos, hablar con ellos, con sus familiares y con el personal que les atendía. Fue una de las experiencias más conmovedoras y aleccionadoras de nuestra trayectoria escénica. Aprendimos el fino hilo que separa la enfermedad de la cordura. Comprobamos los efectos desgarradores de la enfermedad mental en los seres humanos, tan frágiles y vulnerables. Vimos los efectos de la medicación que zombificaban o aturdían a los pacientes. Escuchamos los sentimientos que expresaban en sus momentos de lucidez. Asistimos a sesiones de terapia de grupo conducidas delicadamente por Marisol, la psicóloga, y confraternizamos con el personal sanitario, médicos, internistas, enfermeros y celadores. Las tres actrices interpretarían tanto a pacientes como a personal sanitario.
Con Ino también visitamos el Hospital Psiquiátrico de Mérida donde alternábamos con personal médico en la cafetería en la que el personal se mezclaba con los internados. Alfredo García de Vinuesa, entonces director del Psiquiátrico, nos facilitó entrevistas con pacientes y visitas a los diferentes pabellones. En un momento, paseando con García de Vinuesa por la instalaciones, nos señaló en lo alto de un pabellón una ventana con barrotes. "Esa es la Especial, la celda de aislamiento cuando la cosa se pone fea". Cogí la definición al vuelo y la obra pasó a llamarse "Vacaciones en la Especial".
Las tres actrices, Marily, Beli y Ana, establecieron vínculos, en la medida de lo posible, con los pacientes que les habían sido asignados en función de los respectivos padecimientos: esquizofrenia (Marily), trastorno antisocial de la personalidad (Beli) y trastorno de personalidad narcisista con tendencias paranoides (Ana). Las definiciones del DSM se hicieron carne, hueso y alma. Las actrices estaban preparadas para iniciar el proceso de ensayos. Por lo que respecta a quien firma, recuerdo vívidamente mi último día del mes que pasé en la Unidad de Agudos. La despedida a un paciente (trastorno antisocial de la personalidad) al que había sido necesario atar a una cama en una habitación en soledad. Fumaba mucho, como la mayoría de los que pateaban el largo corredor de la Unidad de Agudos, y le dejé un cartón de Winston. Masculló unas palabras de agradecimiento y eso fue todo. Abandoné el Infanta Cristina con una sensación de desazón existencial. Había que estar a la altura.
Para aligerar el proceso de ensayos, invitamos a nuestro amigo Antonio Gil Martínez a proporcionarnos un taller de gesto, imaginación y movimiento. Para desentumecernos y preparar los cuerpos. Una especie de plataforma de despegue. La sala de ensayos que puso a nuestra disposición la dirección de la Residencia Universitaria Hernán Cortés (Emilio Vázquez), era una amplia estancia de usos múltiples con una mesa de billar en un rincón y ventanas enrejadas. Y, así, empezamos a recrear la atmósfera del lugar de reclusión. Improvisaciones para ir desarrollando el mundo de cada personaje (pacientes y personal sanitario), las relaciones entre ellos y el abordaje al texto. Hubo un momento en el que Beli, paseando de un extremo a otro de la sala, farfullando maledicencias en voz baja (su personaje odiaba a su padre violador), se acercó a la mesa de billar, levantó un extremo de la mesa del suelo y la dejó caer. Terminado el ensayo, entre todos los presentes, incluida la ayudante de dirección, Tony Martín, no fuimos capaces de emular lo que Beli había hecho por su cuenta. La identificación de actrices con personajes era ya total.
Paralelamente, manteníamos conversaciones con Francisco Vaz Leal sobre el estado de la salud mental en Extremadura. Había un plan integral, pero la realidad, sobre todo en las zonas rurales, era desoladora. La enfermedad se escondía tras eufemismos ("está un poco mal de los nervios") y los pacientes y familiares sufrían sus padecimientos en silencio. No bastaba con concienciar a través de la obra. Era necesario organizar acciones paralelas que removieran el panorama existente y contribuyeran a generar un estado de opinión comprensivo, tolerante y terapéutico en la población, así como estimular a las autoridades a reforzar sus políticas de "normalización" y asistencia.
Nos recibió el entonces Consejero de Bienestar Social, Guillermo Fernández Vara. Tras escuchar las pretensiones de nuestro proyecto, Fernández Vara nos miró a los ojos, a María Luisa y a mí, y nos dijo: "Adelante con ello. Contáis con mi apoyo." Fue una entrevista breve e intensa. Salimos del despacho del Consejero con una pequeña gira por Extremadura asegurada. Ino volvió a hacer acto de presencia. A través de su presupuesto para "actividades complementarias" que le facilitaba la multinacional en la que trabajaba nos facilitó la posibilidad de invitar a personalidades nacionales del mundo de la salud mental a participar en coloquios que se desarrollarían en Badajoz (ciudad donde se estrenaría la obra), Plasencia, Cáceres, Almendralejo y Don Benito.
Un día antes del estreno de "Vacaciones en la Especial" el jueves, 21 de diciembre de 1995, en el teatro López de Ayala dirigido por Miguel Murillo, tuvo lugar en el salón de Actos de la Residencia Universitaria Hernán Cortés una mesa redonda sobre el estado real de la salud mental en Extremadura. Participaron Manuel Desviat, presidente nacional de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, ex director del Hospital Psiquiátrico Nacional de Leganés y autor de varios libros sobre el estado de la salud mental en nuestro país. José Ramón Gutiérrez, director de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Infanta Cristina, Francisco Vaz Leal, coordinador del Plan de Salud Mental de Extremadura, José Gómez Romero, de la Asociación Extremeña de Psiquiatría y Federico Rinaldy, miembro de la Asociación de Padres de Enfermos Mentales de Badajoz. Se llenó el aforo y se plantearon los temas a calzón quitado con intervenciones y preguntas del público asistente. Fue instructivo, liberador y estimulante.
La noche del estreno, en plena campaña consumista navideña, el patio de butacas estaba bastante animadillo, pero el teatro no se llenó. "Es que no es momento para obras tristes, Eugenio. La gente quiere reírse y pasárselo bien. Es Navidad", me comentó una cuñada solidaria. No obstante, entre el público asiduo al teatro se encontraban las personas que habían participado en nuestro viaje de investigación: pacientes, familiares de pacientes, personal sanitario...Sentí, por fin, el peso de la responsabilidad mientras subía por las escaleras del teatro en dirección de la cabina de control situada en lo más alto del anfiteatro, separada del resto de la enorme sala por una mampara. Las peores condiciones posibles para vivir la experiencia. Afortunadamente, en la actualidad, en el López de Ayala, el control de luz y sonido se encuentra al final del patio de butacas y los técnicos y director de escena perciben el espectáculo en condiciones óptimas.
Sufrí. Todo me parecía plano y lejano. El trabajo de las actrices que me deslumbraba en la sala de ensayos lo sentía distante, apagado. Los efectos de iluminación, intrascendentes, la música, poca cosa. Terminado el espectáculo, la ovación del público puesto en pie me resultó un acto de piedad. Mientras bajaba por las escaleras que conducían a los camerinos para dar la enhorabuena a las actrices, me sorprendió una avalancha de espectadores que subían enfervorizados y, al verme, se deshicieron en elogios y encendidas felicitaciones. No iba a llevarles la contraria. En este sentido, conviene recordar el comentario de María Luisa Tejado de la Asociación de Padres de Enfermos Esquizofrénicos de Mérida y su Comarca tras la representación de "Vacaciones en la Especial" en la sala Trajano de Mérida: "Las actrices que interpretan a la vez pacientes y enfermeras dan vida de forma magistral a sus personajes, y es digna de mención la exactitud de sus gestos y movimientos -en el caso de las pacientes- así como su capacidad de transformación en personalidades completamente opuestas, las enfermeras...'Vacaciones en la Especial' es un ejemplo de lo que el buen teatro puede aportar a la sociedad y, sobre todo, a la concienciación de problemas como los de los enfermos mentales y su entorno familiar y afectivo que necesitan nuestra comprensión y nuestro apoyo libre de prejuicios". Misión cumplida.
Del trabajo interpretativo, he de destacar la estremecedora encarnación que María Luisa Borruel hizo de su personaje esquizofrénico. Tal era su grado de caracterización que María Luisa parecía otra, literalmente. Se había fijado en todos los detalles: los efectos de la medicación en los gestos, los movimientos, los procesos mentales y el habla...y los había hecho suyos. Beli Cienfuegos era un volcán lleno de violencia interior y actitudes amenazantes...imprevisible. Ana Sáez, había encontrado en la monotonía autocompasiva y repetitiva, los rasgos de una persona aislada del mundo y obsesionada con su predicamento personal. Como enfermeras, las tres resultaron convincentes, envueltas en un halo de profesionalidad rutinaria y familiar. Un momento del que me siento muy orgulloso como director, fue cuando María Luisa y Beli mudaban de personaje a plena vista del público, una virguería interpretativa que impresionaba y nos transmitía la sensación que los papeles de "cuerdo y loco" pueden resultar intercambiables.
En Plasencia, el invitado al coloquio y a la representación de la obra fue Enrique González Duro, ex director del Hospital Psiquiátrico de Jaén y en aquel entonces destinado al Hospital Gregorio Marañón de Madrid, además de autor de una amplia bibliografía sobre todo lo relacionado con la salud mental en España. También nos felicitó por la exactitud en la caracterización de los personajes y la recreación del mundo psiquiátrico. En Cáceres, asistimos a un encuentro, al día siguiente de la representación, en la sede de una Asociación de familiares de enfermos mentales, con pacientes y familiares donde nos transmitieron sus impresiones y, por qué no decirlo, su gratitud.
"Vacaciones en la Especial" fue una experiencia única, según reza la expresión. Un jarro de agua fría sobre una realidad desatendida. Un acto de generosidad colectiva. Un viaje al interior de nuestro frágil equilibrio como seres humanos. Un mundo delicado y vulnerable. Tantas cosas...Gracias a la magia del teatro y a Ino lo vivimos intensamente y lo supimos compartir.
Dedicado a Ana Sáez. DEP.
Eugenio Amaya
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