sábado, septiembre 11, 2021

"La Torre": duelo de titanes dirigido por Jorge Moraga


 De pronto, se me ocurrió escribir una obra sobre los estropicios de la funesta burbuja inmobiliaria en la población autóctona. El culto al becerro de oro de nuestros días. Disponía de referencias de primera mano y de un arsenal de información recogido en el portal burbuja.info que diseccionaba desde todos los puntos de vista posibles el fenómeno que tantos cadáveres ha dejado en el camino y facilitado alguna que otra tabla de salvación. De mis años en el Centro Dramático Nacional y Teatro Español a las órdenes de José Luis Gómez, se me agarró a la memoria una frase de mi ilustre mentor: "Si quieres saber cómo es una familia de verdad, espera a que les caiga una herencia". Así apareció el personaje de Pérez  de La Torre, un iluso en horas bajas, interpretado por Cándido Gómez, al que se sumó Márquez, promotor que vive de las apariencias, encarnado por Quino Díez. En la excelente entrevista de Willy López con fotos de Félix Méndez en Cultura Badajoz, se pueden hacer una idea de qué iba la cosa.


Tras muchos tiros pegaos' como ayudante de dirección en montajes de Aran Dramática ("Anomia", "Coriolano" y "En Familia") iba siendo hora de que Jorge Moraga asumiera la responsabilidad de dirigir y así fue. El equipo técnico-artístico: Claudio Martín, espacio escénico; Javi Mata, diseño de iluminación; Pepa Casado, caracterización y maquillaje; Pedro Martín-Romo, música; Koke Rodríguez, sonido; Manuel Torres, fotografía; Esmeralda Alonso, ayudante de dirección; Manuela Vázquez, producción ejecutiva y María Luisa Borruel, producción. No hubo logotipos institucionales en el cartel.



Por experiencia propia, sé que los autores vivos suelen ser un incordio para el director de escena por mucho que haya "admiración", "respeto mutuo" y esas cosas que se dicen en las entrevistas. De modo que me mantuve al margen durante el proceso de creación, salvo cuando Jorge estimaba necesaria alguna aportación o consulta. En este blog, con ocasión del estreno de "La Torre", definíamos las cualidades del director novel: "Rigor, talento, imaginación, discreción, eficacia, entusiasmo y compañerismo son algunos de los atributos que le han hecho merecedor de este giro en su carrera profesional, porque es una carrera, ¿no? El próximo martes es su primera etapa reina. De ahí, los nervios que Jorge controla muy bien para no contaminar el proceso creativo. Además, ha diseñado el cartel de la obra, lo cual siempre relaja un poco."





El propio Jorge evoca su experiencia de entonces desde la actualidad de ahora: "Ser ayudante de dirección te permite aportar, pero saltas con red. Es cómodo sugerir ideas que luego serán tamizadas, mejoradas o desechadas por el director. Pero es imposible volar con un pie en la tierra. Viví La Torre como un reto, una oportunidad, una aventura. Para mi primer desafío como director de una obra de largo formato teníamos un texto que te atrapaba con un ritmo fascinante, un equipo de personas a las que admiraba (en presente) dispuestas a conseguir que la obra brillara, y dos actores a los que conocía bien entregados a la tarea de hacer aparecer a los personajes. Escudriñábamos el libreto a modo de mapa para encontrar el lugar donde los protagonistas Pérez y Márquez (Márquez y Pérez) esperaban la llegada de aquel tercer personaje que nunca aparecería. Eugenio proponía una espera y rápidamente descubrimos que la clave era el tiempo. El proceso fue holgado, sin prisas, disfrutando las pausas con la serenidad con que se acometen las nuevas construcciones e impregnados de la paciencia con la que se contrata a unos albañiles para que reformen tu baño. Sabíamos que la única manera de llegar a aquellos personajes era con pequeños pasos. Sólo encontraríamos el camino poco a poco, errando, caminando en círculos, orientándonos según la dirección del viento de esta o aquella escena y en ocasiones desandando lo andado, por mucho que cueste. Fueron ensayos intensos, en los que tuve que abandonar la comodidad del ayudante, arriesgar, ser firme, dejarme sorprender, reconducir, ser flexible, divertirme, y, sobre todo, confiar en el talento de aquel equipo. Sabíamos que al final llegaríamos juntos a aquel solar. Con los zapatos llenos de tierra. Una tierra que no se desprendería de nosotros porque aquellos ya no eran Quino y Candi, sino Márquez y Pérez. O viceversa. Una tierra sobre la que se edificó La Torre. Una tierra de la que levanté ambos pies y que, por un momento, me permitió volar."




¿Y qué decir de los dos protagonistas? Cándido Gómez es ya toda una institución del teatro extremeño y lleva décadas paseando su particular idiosincracia por los escenarios de la región y parte del territorio nacional con alguna excursión allende los mares. Con Aran Dramática ha participado en "Agripina", "Anomia" "Coriolano" y fue elegido por Moraga para interpretar el personaje de Pérez, un "iluso en horas bajas", como decíamos antes. Ya en "Anomia" se había entregado en cuerpo y alma a un personaje que había vivido tiempos mejores y se encontraba en fase de retiro y descomposición anímica. Conectó con los espectadores y recibió excelentes críticas. En "La Torre" le tocaba lidiar con la sensación de fracaso, los sinsabores de una existencia menesterosa, el estupor ante las puñaladas de unos hermanos aprovechados e inmisericordes, la ilusión de hacerse rico y disfrutar de los placeres de la venganza. Todo un bagaje emocional que Candi resolvió con brillantez guiado por la mano experta de Jorge Moraga.


En cuanto a Quino Díez, llegó a Extremadura procedente de Madrid donde hacía sus pinitos interpretativos en un grupo de teatro aficionado. Inició sus colaboraciones con Aran Dramática en las recreaciones históricas de la fundación de Badajoz y, muy pronto, ascendió a primera división con "Anomia", "Coriolano" (candidato a los Premios Max como mejor actor de reparto) y "En Familia". En "La Torre" ya hemos dicho que interpretaba a un promotor sin escrúpulos que vive de las apariencias. Quino es un "natural", como dicen los americanos. Irradia campechanía, credibilidad y cercanía. Esta vez tenía que lidiar con unos rasgos aparentemente fuera de sus registros habituales. Moraga consiguió que no juzgara a su personaje y disfrutara ejerciendo de embaucador al servicio de su propia codicia y hábil manipulador de emociones ajenas. 


Tras el estreno, buenas sensaciones y reconocimiento de la crítica. Paco Collado,  escribía en su blog "El Gabinete de Kaligari": "Jorge Moraga se bautiza con pulso firme en su primer texto de larga duración, donde se respira la complicidad con el equipo y los años de trabajo juntos. La esgrima interpretativa y verbal consigue que la obra se convierta en un continuo devenir, pleno de matices y giros, que estos dos contundentes actores extraen con  solvencia de un texto al que insuflan vida durante la hora y media de la función." Luna Longoria, a su vez, opinaba: "La Torre es una obra mordaz, que presenta dos personajes: Márquez y Pérez intentando dar el último pelotazo de la historia en el mundo inmobiliario. Están dispuestos a defender con uñas y dientes lo que es suyo, aunque eso suponga esperar durante horas en medio de ninguna parte. Jorge Moraga se encuentra frente a su primera dirección de este formato teatral. Presenta un montaje orgánico y de gran frescura...Sobre las tablas dos grandes actores Quino Díez (Márquez) y Cándido Gómez (Pérez) encarnan a estos personajes y su desgarradora suerte..."






Tras una serie de bolos en la Red de Teatros de Extremadura y el circuito de la Diputación de Badajoz, hubo cambio de reparto. En las funciones de las Unidades Móviles de la Junta de Extremadura y en otras funciones de la Dipu, Pérez pasó a ser interpretado por el gran Francisco Blanco que ya había trabajado con nosotros en "Agripina", "Coriolano" y saliendo del banquillo para hacer sustituciones en "Anomia" y "En Familia". De Márquez, se encargó el director, Jorge Moraga, ya experto en estas lides como consumado suplente cuando las circunstancias lo requerían. Resolvieron la papeleta a la perfección. 




En retrospectiva, lo mejor de "La Torre" fue ofrecer "la alternativa" a Jorge Moraga, un creador de talento multidisciplinar, "empático" (término que se ha puesto de moda para definir a las personas normales), siempre dispuesto a poner su fina ironía al servicio de las causas más nobles. Hay una expresión en la profesión que dice "colega y, sin embargo, amigo." En el caso de Jorge, ha habido afinidad y sobria complicidad desde el principio. Así nacen las amistades en esta profesión: comunión de intereses y ganas de compartir satisfacciones, vicisitudes, encontronazos, hallazgos y el simple hecho de estar ahí para cuando haga falta.

Eugenio Amaya



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