sábado, septiembre 18, 2021

Moraga "Triunfador"


 Una vez consumado su bautismo de fuego como director de escena con "La Torre", Jorge Moraga, inquieto y prolífico artista pluridisciplinar (su blog "Betún de Judea" es prueba de ello), probó a convertir un chejoviano monólogo tragicómico, surgido de su pluma, en carne de escenario. "Soy un Triunfador" tuvo su origen en un cortometraje realizado en 2012, Premio a la Mejor Interpretación en el Festival de Cine Express de Badajoz. Me llamó la atención el personaje solitario de barra de bar que se recreaba en sus patéticos intentos de conectar con los demás. La factura técnica del corto, dirigido al alimón por Moraga y Manuel Torres, hacía gala de una notable creatividad. En nuestro blog, con ocasión del estreno en la Sala Aftasí de Badajoz el 16 de marzo de 2018, contábamos el paso de cortometraje a monólogo teatral: "El personaje daba para más. Y así nos reunimos con Jorge para indagar en la biografía del 'triunfador', desentrañar sus conflictos íntimos, las circunstancias vitales detrás de la fachada...y Jorge se puso a ello. Y así pasaron los años, los proyectos, los dictados de las responsabilidades propias y ajenas hasta que, por fin, encontramos un hueco para hincar el diente al brillante texto madurado a lo largo del tiempo."


En la Residencia Universitaria Hernán Cortés de Badajoz, sede de tantas aventuras de Aran Dramática, donde Jorge lideraba el grupo de teatro de la Residencia, nos sumergimos en una fase de ensayos entretenida e intensa, a la caza y la pesca de las oportunidades que nos brindaba el texto y subtexto del autor-intérprete. Una de las cualidades que me llamó la atención de Jorge desde el principio de nuestra trayectoria artística conjunta, era su capacidad de reírse de sí mismo. Un atributo nada desdeñable. Lo fácil es mofarse de los demás, pero mirarse al espejo y aceptar las carencias y frustraciones propias para luego convertirlas en material escénico, no es muy común en nuestra cultura tan temerosa de "hacer el ridículo." Como decía Edward Albee: "La realidad mejor dejársela a la ficción." En el caso del Triunfador se trata, en apariencia, de un patético fanfarrón de barra de bar que se expone al público y hace chistes con sus miserias, se revuelca en el fango de sus envidias y delirios de grandeza y, además, nos cae simpático y nos lo creemos, es todo un reto interpretativo que el crítico José Manuel Villafaina supo valorar como leeremos más adelante.




Lo siguiente es la evocación de Moraga sobre la génesis y desarrollo del proyecto: "Fue en la nochebuena de 2010. Acabábamos de cenar y entré a uno de los primeros bares abiertos a comprar un paquete de tabaco. El local estaba vacío salvo por un tipo de mediana edad que apoyaba la espalda en la barra y que rápido buscó entablar conversación. Estuve sólo unos minutos pero le bastaron para felicitarme las fiestas y recomendarme que cambiara de marca. Le agradecí el consejo (el tabaco no era para mí), pagué, recogí el paquete que me entregaba la resignada camarera y salí. Pero se fue conmigo también ese personaje. Era casi un estereotipo: ese individuo que todos hemos visto en la barra de un bar bebiendo a un ritmo impactante, hablando con cualquiera que pase cerca, dispuesto a compartir su visión de la vida y el secreto de su éxito. Pero desprendiendo fracaso y soledad. A los pocos meses estaba interpretando en clave de humor a un personaje que recogía la esencia de estos parroquianos y que quedaría inmortalizado en el cortometraje 'Soy un Triunfador', que rodé junto a Manuel Torres y Jorge Montaño. Fue Eugenio Amaya quien me sugirió un tiempo después que José Miguel Sánchez Ocaña daba para más. Que podía profundizar y contar su historia a través de una obra de teatro. Y recogí el guante. Repasé las notas previas, imaginé la vida de este individuo y cómo había llegado al lugar desde el que nos hablaba. Decidí que un monólogo era la mejor manera de tratar de comprender a nuestro protagonista (caricaturas aparte) y sobre todo descubrir la inmensa soledad que lo invadía. Fue un proceso pausado de escritura, reescritura y observación buscando los puntos más reconocibles de estos 'triunfadores' pero, sobre todo, intentando ahondar en la tragicomedia que ocultan. En enero de 2018 Eugenio y yo comenzamos los ensayos de este texto vivo, al que fuimos incorporando los descubrimientos del proceso, y del que olvidé ser autor para sentirlo del modo más sincero. Dejó de ser una ficción a medida que encontraba la voz, la mirada, el dolor o la frustración de José Miguel. Lo que decía, si bien no era real, era cierto gracias a tantas imágenes que fuimos construyendo. Era verdad, y así lo he vivido en cada ocasión en que he subido al escenario, en cada bolo en el que he reído repartiendo sabiduría, en cada actuación en las que 'nos hemos conocido las personas', en cada función en la que he sentido la infinita soledad de aquel señor aquella nochebuena."



A medida que avanzábamos en el texto, tras una primera fase de improvisaciones para centrarnos en la construcción del personaje (metodología Stanislavskiana que nos venía al pelo), empezábamos a toparnos con exigencias que subían el listón interpretativo. Había que seguir siendo "creíble" mientras el personaje, José Miguel Sánchez Ocaña para amigos y parroquianos, iba emborrachándose (agradecimientos eternos a Juan Diego Gallardo, Juan Bejarano y Pablo Bigeriego, los barmen de la obra, respectivamente) y su comportamiento en escena se tornaba más agrio y oscuro llegando a interpelar e insultar a los espectadores. Aquí es donde Jorge echó el resto, sorteó obstáculos y derribó barreras.  






El "giro argumental" final proponía una comprometida guinda del pastel. No voy a hacer spoiler, pero les aseguro que la vuelta de tuerca en la construcción dramática del texto autoinfliglido del Moraga autor obligaba al Moraga actor a volcar las tripas en el escenario, sin pasarse, claro está. No se trataba de "exhibicionismo emocional", sino de dar con la tecla justa. Huir como de la peste de la "emoción forzada". Manejar en escena emociones auténticas es el sello de todo buen intérprete. Buscando el equilibrio, un día Jorge lo encontró. La emoción aparecía sola y Moraga actor la dosificaba y hacía honor a las demandas del Moraga autor. 


Y llegamos a un acuerdo con Asun Sánchez y Richard Utrera que gestionaban en aquel entonces la Sala Aftasí de Badajoz (el teaser del enlace es obra de Raúl Gil Chamorro de On.Graphics) situada en el Casco Antiguo de Badajoz, para estrenar allí "Soy un triunfador". Fotos del genial Félix Méndez para el cartel y promoción. Bailón y exquisito tema musical de Pedro Martín-Romo; luz y sonido de Koke Rodríguez; Producción ejecutiva de Manuela Vázquez; Producción de María Luisa Borruel y dirección de Eugenio Amaya. 








Decíamos más arriba que el crítico José Manuel Villafaina se hizo eco del estreno de "Soy un triunfador" en la revista teatral digital Artezblai: "...espectáculo sencillamente genial que entra por la retina y que sacude el cuerpo en distintos momentos del relato...Moraga logra un monólogo dramático perfectamente hilvanado en los matices de la soledad de un hombre en el que repentinamente brota el trauma y el estrés de un episodio paranoico desencadenado por la muerte del familiar. También las virtudes de una historia construida con buen pulso en la crisis que el personaje trata de liberar con un discurso sistematizado, elaborado y coherente, sin grandes contradicciones. Y todo con mucha ironía de la vida y con veta de humor negro en lapsos donde José Miguel se cree empírico, altruista, filósofo, científico... Alguien autodidacta que ha aprendido en la universidad de la barra de un bar, que para él 'es un templo donde se tratan temas más serios que en el Congreso de Diputados' (dice); y que sabe jugar, a lo largo del discurso, con frases como '¿un triunfador nace o se hace?', situándola en ese contexto existencial parecido al del famoso soliloquio de Hamlet...La dirección de Eugenio Amaya, que conoce muy bien el talento de Moraga, logra en el pequeño espacio de la sala Aftasí que todas las complejidades del texto vuelen rápidas en un montaje ágil, absorbente y rotundo, de los que no necesita muchos medios para plasmarse, pues acaba valiéndose –con la barra del bar frente al público- por sí mismo. Se nota que desde los ensayos hay compenetración máxima Amaya-Moraga tanto en el trabajo dramatúrgico como en el escénico, de esas que refuerzan las virtudes de los textos y subsanan sus debilidades. Amaya parece que ha cosido a mano su montaje teatral (emulando a maestros artesanos como Peter Brook), que fluye con gran naturalidad poniendo a bailar un duende perfectamente expresivo de la pena y sus alivios. Y Moraga en su elaborada interpretación, explorando con inteligencia y sensibilidad la pulpa del corazón del drama, brilla y triunfa porque todo en él –la armonía de la voz, gestos, movimientos, sorpresas, humor y emociones- late a un ritmo uniforme, excepcional. La representación fue muy aplaudida por el público asistente puesto de pie."


Para terminar, tiro de lo escrito en nuestro blog con ocasión del estreno en la Aftasí: "Hay que ayudarse las personas es uno de los lemas del Triunfador y nunca mejor aplicado que en la fase de ensayos de la obra estrenada en la Aftasí. Compenetración máxima, hambre por descubrir y profundizar, buscar la fusión armónica de voz, gesto y movimiento, escalonar las sorpresas, modular los ritmos, los desplazamientos, permitir que surja la emoción verdadera sin violentarla y, sobre todo, establecer el código de complicidad con el público que, en la sala de ensayos, era inexistente, pero recurrimos a trucos, 'trucos de triunfador', y así el barco recorrió la travesía creativa y llegó a buen puerto. Un viaje placentero donde los haya. Bienvenido a los escenarios, Jorge Moraga. A partir de ahora, a disfrutar con este regalo que nos hemos dado. Eres un bailón..."
Pues, eso.

Eugenio Amaya

No hay comentarios:

Publicar un comentario