Cartel: Jorge Moraga
Y así, conmemorando el 30 aniversario de nuestra compañía teatral, llegamos a la última, de momento, producción de Aran Dramática que corona nuestras tres décadas de actividad escénica. Surgió de la lectura del libro de Rosa Montero, "La ridícula idea de no volver a verte", un homenaje de la autora a Marie Curie que conjugaba la aventura vital de la científica polaca con el sentimiento de pérdida experimentado por la escritora en un emotivo y sobrio ejercicio de autoficción. Lo que llamaba la atención de "La ridícula idea...", aparte de la siempre innegable calidad de la prosa de Rosa Montero, era el tono de cercanía y complicidad directa que establecía con el lector. Envueltos en la narración que reivindicaba la tenaz lucha por encontrar un lugar en el masculinizado mundo de la ciencia de Marie Curie, la fusión profesional y sentimental con su compañero de viaje, Pierre, y, a la vez, evocaba equivalentes biográficos de la propia autora relacionados con la pérdida del ser amado, Rosa Montero te sorprendía con comentarios, preguntas y reflexiones dirigidos directamente al lector o lectora. La sensación era la de ser receptor único de las palabras impresas en el fascinante libro. Esa comunicación directa con el lector fue lo que nos animó a abordar el proyecto como un monólogo teatral. Ser fiel al espíritu y estilo narrativo del libro e intentar convertirlo en material escénico...sin estridencias ni "teatralidad", en el sentido menos noble del término. Íntimo y cercano, dejando espacio para que aflorase la emoción del espectador sin arrancársela a golpe de efectos dramáticos ("tear jerker" -arrancalágrimas-, en expresión anglosajona) gracias a la delicada expresividad y los sentimientos contenidos y discretos de la intérprete, María Luisa Borruel.
Gracias a los buenos oficios de Fermín Cabal, amigo común y colega de Rosa desde los años compartidos en "Tábano", la mítica compañía teatral del tardofranquismo y la Transición, pudimos reunirnos en Madrid con Rosa en un salón de té próximo a su domicilio. Sin muchos rodeos, amablemente, me pidió que le explicara mis ideas dramatúrgicas y de puesta en escena. Respiré profundo y acometí la tarea como mejor pude (acudí acompañado de un cuadernillo con notas estructuradas de la manera más coherente posible). Rosa es una persona que no te regala nada y habla sin pelos en la lengua, como suele decirse. El salón de té era pequeño, al igual que la mesilla que compartíamos sentados frente a frente mirándonos a los ojos, sin distracciones. No había más escapatoria que la posible viabilidad de mis propuestas. "La ridícula idea de no volver a verte" era algo más que un éxito editorial. Contenía momentos de una intimidad desgarradora y a la autora no le hacía ninguna falta que viniera alguien a estropear la potente complicidad que había conseguido establecer con el público lector. Al final de mi exposición, alivio. Rosa pidió la cuenta y me dijo algo como: "Vamos a mi casa, te enseño donde escribo".
En su casa, generosamente, Rosa me permitió captar instantáneas de los rincones relacionados con el concepto de puesta en escena, me firmó mi ejemplar de su libro con una hermosa dedicatoria, me presentó a sus perros que descansaban en sus lugares de reposo y quedamos en mantener correspondencia a medida que le fuera enviando borradores de la dramaturgia. Así arrancaba un proceso de creación impregnado de la buena sintonía establecida y con el enorme reto de recoger en la versión teatral la atmósfera del libro, ser fiel a la letra y espíritu de la obra literaria y no defraudar ni a la autora ni a sus lectores y lectoras. Llegaba la hora de reunir al equipo técnico-artístico.
Sin un equipo, uno no es nadie. La labor del director es extraer lo mejor de los demás y elegirlos bien. Ante todo, que sean buenas personas, creativas y respetuosas. Una de las cosas que hemos conseguido a lo largo de nuestra dilatada trayectoria es configurar un equipo de talento, bien avenido y capaz de equilibrar las asperezas con la creatividad. A continuación, el equipo técnico-artístico de la versión escénica de "La ridícula idea de no volver a verte": Claudio Martín, espacio escénico; Javi Mata, iluminación; Oscar López Plaza, música; Pepa Casado, caracterización; Koke Rodríguez, sonido; Alex Pachón, proyecciones; Félix Méndez, fotografía y grabación de la obra; Raúl Gil Chamorro (On.graphics), trailer del espectáculo; Toñi Escobero, promoción; Jorge Moraga, ayudante de dirección y Manuela Vázquez, producción ejecutiva. Reuniones colectivas e individuales, intercambio de directrices, pareceres y esbozos por correo electrónico y vía libre a la creatividad y profesionalidad de cada cual.
Y manos a la obra con la adaptación del libro de Rosa Montero al lenguaje de un monólogo teatral de no más de una hora y veinte minutos de duración (cifra arbitraria extraída como referencia del monólogo británico "El año del pensamiento mágico" de Joan Didion interpretado por Vanessa Redgrave). Tras varias lecturas del original, empezamos a seleccionar los fragmentos que servirían de guía a la adaptación definitiva. Conservar la esencia de la pieza narrativa, respetando el texto de la autora, sin añadidos ni injertos (todo lo que se dice en el espectáculo es de la pluma de Rosa Montero), creando un hilo dramatúrgico que hiciera avanzar las dos historias que confluyen y combinan reflexiones, sentimientos y revelaciones.
Había que renunciar a pasajes importantes, lo más doloroso del proceso. Por fin, cruzando los dedos, empezamos a enviar los distintos borradores a la autora que iba dando su visto bueno, ofreciendo sugerencias y apreciaciones que se iban incluyendo en el borrador siguiente hasta llegar al texto definitivo. Experiencia grata y fluida. Otro elemento del libro de Rosa Montero que contribuía a enriquecer el material literario era la inclusión de fotografías que, sin anunciarse, sorprendían al lector al dar vuelta las páginas. Decidimos incorporar este elemento a lo largo del espectáculo recurriendo a reproducir fotos del libro y emular otras, sin grandes alardes que perturbaran la atmósfera de intimidad que pretendíamos crear con el público. Agradecimientos imperecederos a Alex Pachón por su paciencia y meticulosidad, a Koke Rodríguez por su lidia con la logística y a Manuela Vázquez por coordinarlo todo.
Paralelamente, Claudio Martín, Javi Mata y Oscar López Plaza iban perfilando sus respectivos apartados. El trabajo de todos ellos superaba las expectativas y transmitía a la perfección el clima de intimidad poética que nos habíamos propuesto. Así lo estimó el crítico teatral Paco Collado: "Sobre el escenario, un atrezo casi espartano (Claudio Martín), pero con todo lo necesario para narrar visualmente el mundo de la protagonista, su relación con su amado y; paralelamente; las cuitas de Marie Curie. Para esto también se apoyan en proyecciones de Alex Pachón y un espacio sonoro (Oscar López Plaza) respetuoso con las emociones, en segundo plano, con breves retazos de gran belleza, tempos reposados y acordes atmosféricos. La iluminación (Xavi Mata) juega con la luz cenital sobre la protagonista y hermosos detalles como convertir una papelera en la luz azul verdosa del radio mientras el texto de Curie se refiere a su descubrimiento. Hay una (aparente) sencillez en esta propuesta. Desde la caracterización de lo cotidiano (Pepa Casado), hasta lo rutinario del escritorio, los papeles, el ordenador, que configuran el mundo de la escritora. Pero tras esa pantalla, los colores que nos muestra esta paleta de hermosas palabras son preguntas universales." Pueden disfrutar de la BSO de Oscar López Plaza, pinchando en este enlace.
Foto: Félix Méndez
Y llegaron los ensayos, el momento de la búsqueda tranquila y pausada, el lugar de la imaginación, la conexión interna y externa (el personaje de la Escritora -la única protagonista- bucea en su interior y proyecta sus reflexiones, sentimientos y descubrimientos hacia el público, único destinatario de la travesía interpretativa), la exploración sutil del espacio y que en la actriz fuera floreciendo su fuerza creadora sin interferencias desde la dirección. Al principio, el director guía, propone pautas y, a medida que la actriz -María Luisa Borruel- va ganando confianza y encontrando su propio camino, dejarla que vuele. Es el privilegio de colaborar con una creadora de gran inteligencia, experiencia escénica labrada en escenarios grandes, medianos y pequeños y poseedora de un talento extraordinario. Y resulta fascinante presenciar cómo busca, encuentra, se sorprende a sí misma, cómo surge la emoción sin forzarla, la vehemencia en fugaces impulsos y el delicado transcurrir de su viaje por el mundo de Marie Curie y Rosa Montero.
Retoques de última hora, incluso mientras los primeros espectadores hacían acto de presencia, el vértigo del deleite masoquista muy propio de esta profesión donde lo que sucede, sucede aquí y ahora, en vivo y en directo. Momento efímero. "To make a long story short" (expresión anglosajona que invita a abreviar), salimos airosos. Espectadores conocedores y no conocedores del libro manifestaron su aprobación. Tomamos nota de los ajustes para sucesivas representaciones y respiramos aliviados. Parabienes para todo el mundo. ¿Y Rosa? Subió al escenario junto a protagonista y director y recibió su merecida ovación. Misión cumplida.
Lo de acceder a la programación del Fígaro, un teatro comercial con todos los honores gestionado por el Grupo SMedia capitaneado por Enrique Salaberría, no fue cosa del azar. Durante años mantuvimos contacto con Enrique que ya nos conocía de interesarse en la pasada década por nuestra producción "Los Cañones" que contribuyó a difundir. Posteriormente, estuvimos en el Fígaro con "En Familia" y, cuando le propusimos la idea de aterrizar en el teatro con la versión escénica de "La ridícula idea de no volver a verte", manifestó su entusiasmo y su disposición a incluir la obra en la programación del Fígaro.
Preestrenos en mayo y estreno oficial en junio tras jugar en casa, representando el espectáculo en el Teatro López de Ayala de Badajoz. A veces, el público más cercano es el más exigente. Seguíamos afinando detalles y profundizando y puliendo en la sala de ensayos con María Luisa afianzando logros y explorando nuevas posibilidades. El teatro es un ente vivo y hay que mantenerse fresco, concentrado y abierto a los hallazgos que vayan surgiendo. Fue lo que intentamos porque nada está garantizado. Y aquí me detengo nuevamente en la crítica de Paco Collado que siguió a la representación del López: "María Luisa Borruel juega con la sensibilidad del texto y el dolor soterrado, navega con las inflexiones de su voz por la memoria personal y colectiva, controla el gesto, pasea ampliamente, utilizando todo el espacio escénico. La madurez dramática de la actriz crea un ámbito seductor, donde las vivencias entrecruzadas tornan universales. Pero también hay sitio para la reivindicación, para la justicia de la memoria, para explorar la analogía entre novela y teatro. El texto es todo un desafío, dada la contención que solicita frente a la intensidad de las emociones y su “normalización”. Pero sin perder la percepción de abismo que se abre con las pérdidas humanas. Borruel camina de puntillas sobre el dolor, juega con la continencia de los sentimientos; pese a lo traumático del fondo; dibuja con gestos sutiles la intensidad, en un personaje que es un verdadero derroche de sabiduría escénica. La obra, como un eterno retorno termina igual que comienza. María Luisa Borruel esgrime una sonrisa de aceptación, mucho más efectiva que los desgarros y desvaríos a que podría prestarse el tema (y se agradece que no los haya), recorre suavemente los muebles con las manos. Quizás retornando, quizás aceptando la realidad. Después vuelve a la reflexión inicial donde nos narra que al 'no haber tenido hijos, lo mejor que me ha pasado en la vida ha sido mis muertos'. Pero prefiero quedarme con ese párrafo magnífico y señero: 'No hay nada tan hermoso y espléndido como el canto de una niña bajo la higuera'. Hermosa metáfora de la sabiduría que se adquiere tras el dolor y la aceptación. Pero si me permiten discrepar, pienso que hay algo más hermoso: Que existan intérpretes que divulguen y den vida a estos sentimientos. Y que lo hagan con la solvencia y profesionalidad de este nuevo proyecto de Arán Dramática."
Tras el Fígaro recalamos un fin de semana en el Teatro de la Estación de Zaragoza, siempre hospitalarios e ilusionados en su papel de geniales anfitriones, todo profesionalidad y eficacia.
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