En su libro "Los Hombres de la Niebla", Pablo Zarrabeitia (seudónimo), miembro en activo de nuestro Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que ha obtenido autorización para recrear sus experiencias a través de la ficción (la ex secretaria general del Centro, Elena Sánchez Blanco, firmó el prólogo de su primera novela "El alma de los espías"), el protagonista propone la siguiente reflexión: "El ser humano es un animal de manada, como los lobos. Está hecho para compartir, no para ocultar; para mostrar, no para esconder". ¿Qué hay más teatral que personajes obligados a vivir en una contradicción permanente...al servicio del Estado, velando por nuestra seguridad e inmersos en el peor de los mundos, tanto fuera como dentro? El mundo de los secretos que, como apunta John Le Carré en su libro "El peregrino secreto", es un mercado como el de la droga donde el producto se compra y se vende al mejor postor o al más viable.
Cada vez más, irrumpen en el mercado literario de nuestro país, testimonios autobiográficos, novelas basadas en hechos reales, trabajos de investigación rigurosos y divulgativos (el gran pionero es Fernando Rueda, periodista, escritor, articulista y divulgador nocturno los fines de semana en un excelente programa radiofónico), material al alcance de cualquiera que sienta curiosidad por la razón de ser y las líneas de actuación de nuestros servicios de inteligencia. Hasta hace muy poco, no éramos conscientes de la importancia del espionaje y del papel que juega en nuestras vidas. Nos parecía distante, anecdótico, ficción literaria, peliculero. Con la guerra de Ucrania, los medios de comunicación han incluido entre sus protagonistas a una legión de expertos en geoestrategia, en guerra cibernética, en información y desinformación, en infiltración, en suma en "inteligencia" y en las repercusiones que todo este arsenal tiene en nuestra cotidianidad. Y, nuevamente, lo más interesante y estremecedor es la dimensión humana del tema.
Eugenio Amaya
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