miércoles, enero 11, 2023

Sobre "Un espía privado", la correspondencia de John le Carré

 


"Tenemos que seguir escribiendo, seguir creando, es la única arma contra la muerte." Así escribía John le Carré, (David Cornwell) poco antes de cumplir setenta años, a su mentor Vivian Green que había de servirle como modelo de su personaje más famoso, el sagaz y enigmático espía George Smiley. Escritor multimillonario, agente de los servicios secretos británicos (MI5 y MI6) en cargos no muy relevantes durante poco más de una década, humanista, agudo observador de la actualidad y compasivo analista de la condición humana y sus múltiples contradicciones, le Carré se mantuvo vigente en su creación literaria hasta el último suspiro. Falleció el 12 de diciembre de 2020 a los 89 años y es considerado el maestro de maestros en el género cada vez más popular de la novela de espionaje.


Recorrer su correspondencia a lo largo de toda una vida resulta una lectura apasionante que destila un vitalismo sobrio impregnado de melancolía. Si se es admirador tanto de su extensa obra como de las películas y series televisivas basadas en ella, se hace fácil establecer desde el principio una complicidad como si se fuera uno más de sus muchos y variados correspondientes. Ayuda su sentido del humor anglosajón, seco, irreverente consigo mismo, corrosivo con los que manejan los hilos del poder y estimulante con los necesitados de un espaldarazo en momentos de aflicción. Su madre abandonó el hogar familiar cuando el escritor era un niño de cinco años de edad y su padre dedicó su vida a estafar todo lo que se moviese a su alrededor, conocidos, amigos y desconocidos, involucrando a su hijo en tretas y estratagemas millonarias, así como en fraudes de poca monta que llevaron al progenitor a la cárcel en más de una ocasión. Eso marca. Lean "Un espía perfecto" y comprobarán como la ficción emana de la realidad padecida. 

"Volar en círculos", ensayo autobiográfico en el que le Carré habla de su padre.

A pesar de sus éxitos de ventas, a le Carré le mortificaba ser considerado la estrella de un género menor, "la novela de espionaje". Él hacía literatura aunque era consciente de que al lector había que darle lo que pedía sin caer en el estancamiento ni en la repetición de fórmulas architrilladas. De ahí sus cartas de agradecimiento a eminencias de la literatura "seria" como Philip Roth o el autor teatral y guionista Tom Stoppard cuando alababan su prosa y maestría en el uso del lenguaje. Le Carré se consideraba un "reescribidor". El proceso de elaboración de sus novelas era complejo y tortuoso. A una ardua primera fase de investigación que implicaba viajar a zonas de peligro de la geografía mundial, entrevistas con personas de carne y hueso que se convertirían en personajes literarios, contratación de guías y colaboradores, a todo ello seguía el proceso de creación y sus múltiples borradores que eran sometidos a las opiniones de los diversos editores que tuvo a lo largo de su carrera, amigos de cuyo criterio se fiaba y su segunda esposa, Jane, que hacía de secretaria, asesora, supervisora de las finanzas familiares y persona de confianza que pasaba sus textos escritos a mano al ordenador. Le Carré era disléxico y leía muy lentamente, tanto los libros de otros como los manuscritos propios. 


No todo el monte era orégano en casa. En las cartas dirigidas a Jane, le Carré le declaraba su amor y su gratitud infinita por perdonarle sus deslices extramatrimoniales sin nombrarlos. Sobre este tema, hay poco en la correspondencia publicada: una carta de despedida a una de sus amantes y someras alusiones a una aventura con la pareja de uno de sus mejores amigos. Jane falleció pocos meses después de la muerte del escritor. 

En el intercambio epistolar con responsables de las distintas editoriales que publicaron los libros de le Carré a lo largo de su carrera, es posible conocer las presiones y servidumbres de la industria editorial (no soportaba las entrevistas ni las giras promocionales), así como los rigores de la inseguridad creativa propia. "Entre la autenticidad y la verosimilitud, prefiero ésta última", escribía le Carré a un receptor de sus lamentaciones en momentos de no saber por dónde tirar. "Decidme lo que no funciona, pero no me hagáis recomendaciones de cómo arreglarlo", escribía a un ejecutivo de una casa editorial. En todo caso, siempre se mostró agradecido con quienes colaboraron en sus distintos proyectos y hasta les pedía permiso para incluirles en el capítulo de agradecimientos por si no quisieran verse involucrados en las posibles polémicas tras la publicación de sus novelas. 


Otra faceta de John le Carré fue su implicación en la cosa pública: la crítica a la participación del gobierno de Tony Blair en la guerra de Irak, la manipulación en el referéndum del Brexit, los desmanes de la industria farmacéutica reflejada en la novela y posterior película "El jardinero fiel", y el papel de la City londinense en el blanqueo de capitales de la mafia y oligarquía rusa ("Un traidor como los nuestros"). En una carta dirigida al presidente de la BND, el Servicio Federal de Inteligencia alemán con quien le Carré había trabado amistad, el escritor decía: "Un político le cuenta una mentira a un periodista. El periodista la publica. El político lee la noticia y se la cree. La mentira se convierte en realidad". 

Hay que recordar que los primeros libros de le Carré tenían como telón de fondo la guerra fría y la obra que le lanzó al universo de la popularidad literaria mundial fue "El espía que surgió del frío", publicada en 1963, dos años después del levantamiento del muro de Berlín. A lo largo de toda su obra, lo que destacaba en las tramas de le Carré, aparte de una intriga tejida con sutileza, verosímil y a la vez complicada, eran los personajes moralmente contradictorios, sumergidos en un mundo plagado de dudas y peligros en los que el amor y la amistad eran tan frágiles y necesarios como la falta de escrúpulos y el instinto de supervivencia, aderezados en ocasiones por las ansias de poder y el miedo al fracaso. De ahí la fascinación que la obra de John le Carré ejercía en el lector de medio mundo.


En octubre de 2018, le Carré se sintió mal y acudió a un hospital privado londinense donde por cien libras le presentaron con el siguiente diagnóstico: "el médico me dijo que lo lamentaba mucho, pero que me estaba muriendo y que era demasiado tarde para operar. Le di las gracias por tan útil información..." Le Carré sobrevivió dos años al diagnóstico. En junio del 2001 había escrito a su mujer, Jane y a sus hijos, unas directrices y sugerencias para cuando pasase a mejor vida: "En la ceremonia, que mis hijos digan algo agradable sobre mí y que luego celebren una fiesta feliz en presencia de cuantos nietos puedan estar presentes. Jane puede pronunciar algunas palabras si así lo desea, pero no es obligatorio...Encuentren consuelo en el hecho de que he tenido una vida asombrosa. En contra todo pronóstico, pasé de ser un hombre malo a uno mucho mejor...A veces, puedo perdonarme, otras no. Espero que vosotros podáis. Por favor, intentadlo. Aportará a vuestra felicidad".

El libro "A Private Spy: las Cartas de John le Carré" fue editado por su hijo, el periodista Tim Cornwell. A los pocos días de entregar el libro a la Editorial Viking, Tim falleció de una embolia pulmonar a los sesenta años.

Eugenio Amaya

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